miércoles, 21 de septiembre de 2011

"Aromas y secretos"

Abro la puerta después de casi 10 días y, como guardando una bienvenida, las piedras llenitas de rocío de amanecer disparan el olor de su tierrita húmeda. El viejo árbol, ahora hecho puerta, me saluda con su aroma de recuerdo de bosque y me susurra, ¡Estás en casa!
Cierro los ojos agobiada por el cariño que me envuelve. Empujo la perilla y, como columpiando el péndulo de un reloj, el tiempo reinicia su andar en las cuatro paredes de la Toscana.
Un olor a encierro me golpea en esa primera inhalación y como callado reclamo me pregunta, ¿Dónde has estado?
Si supieras, refugio mío. . . tantas cosas han pasado en tan pocos días. Algunas como probadita de cacao y otras con sabor a hierbabuena.
Dejando a los aires del patio entrar por la puerta, el reclamo se esfuma y los olores de dentro y de fuera se mezclan, se confunden. Mis recuerdos fuera de estos muros y los de mi ausencia los imitan.
Tomando tiempo, todo el tiempo del mundo, camino hasta el salón donde perfumes de paja tejida reinan y siembran en mi corazón la idea de compañía. ¡Trae a los niños! ¡Trae a los niños!, me susurran. Y su sueño aromático entra por mi olfato y se instala en mi mente.
El limón, algo enfadado, deja que sus hijos perdidos, limones resecándose en la tierra a su alrededor liberen su mensaje, ¡no estuviste aquí para que los pequeños nos tomaran en sus manos! Me conduelo en su pérdida y acaricio su piel reseca.
Bajo el hueco de la bóveda, garita ambarina de los rayos del amanecer, me dejo envolver de la fragancia de sol, ladrillos viejos y piedras húmedas. Respiro y me embriago de las esencias de mi ermita secreta.
Sonrío. ¡Amo estar entre tus esencias y tus muros y, aunque no esté aquí, mi corazón jamás se va!, le digo a la Toscana, con el alma rebosando gratitud.
Una lágrima se escapa y me apresuro a taparla con mis dedos. ¡No quiero que se entere! Es un secreto que ella aún no debe conocer.
Por favor, amigos míos, ¡aún no le digan! ¡Aún no es tiempo!
Yo misma, tal vez durante un baño de luna que nos acaricie a las dos, le confesaré que, quizás, en unas semanas, saldré por su puerta y  para jamás volver.

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