La brisa entrando por la ventana me despierta y, me doy cuenta de que, no me acostumbro a estar viva.
Enredada entre las sábanas estiro la mano y no alcanzo el cuerpo de mi amado y, me doy cuenta de que, no me acostumbro a su ausencia.
Abro los ojos y la llamarada que cuelga en la terraza aflige mis ojos con el naranja intenso de sus pétalos y, me doy cuenta de que, no me acostumbro a la belleza.
Camino por la estancia y un eco calladito rebota de las bóvedas de la Toscana acompañando a mis pasos y, me doy cuenta de que, no me acostumbro a la libertad del movimiento.
Jalo las hojas de la puerta y el aroma de limones, guayabas y tierra húmeda se cuela al interior de mis pulmones y, me doy cuenta de que, no me acostumbro al roce de la esencias en el fondo de mi cuerpo.
Me abrazo y cierro los ojos. Con la voz de mi corazón Te saludos y mi mente Te dice una oración y, me doy cuenta de que, no me acostumbro a Tu amor, Tu cuidado y Tu bendición, Padre Dios.
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