¿Cómo inicia un mal día? Con la confirmación de que tu hija entrará al quirófano, por tercera vez en los últimos 9 meses, esta vez, para que le practiquen una cirugía de apéndice.
Como si hubiera sido apretado un botón, una maquinaria muy poderosa se puso en movimiento: mi familia.
Mis pastores, junto con mis mejores amigos, se unieron a nosotros en oración. Mi madre, saliendo de una larga convalecencia, tomó las riendas para hacerse cargo de mis nietos, junto con su asistente quien se está amalgamando a la familia con su cariño.
Mi hermana menor y mis sobrinos, como red de apoyo, se adelantaron para acompañarme en la espera durante la operación, mientras mi esposo, dejando atrás todos sus pendientes, se echó a andar por la carretera para llegar junto a nuestra hija. Nuestro hijo, a distancia y obligado por nuestra petición, fue parte nuestra durante todo el episodio.
También, sin solicitud previa, mi hermana mayor preparó maletas para reforzar la red de ayuda y mi tía, la mejor amiga de mi madre, se unió para atender a cualquier necesidad.
Mientras todo esto ocurría, desde el otro lado del mar, alguien muy querido nos acompañaba a cada minuto y otros dos de mis hermanos buscaban enterarse de cualquier situación no resuelta para ofrecernos su apoyo.
Familia, amigos y hasta empleados, no perdieron la oportunidad para arroparnos con amor y alargarnos la mano.
El momento de tensión terminó con el anuncio de que mi hija estaba bien y sin consecuencias mayores pero los mensajes, las ayudas y los cuidados, siguen sonando como campanadas recordándome que somos amados por mucha gente especial.
¿Sabes qué, Señor Dios? Creo que, al final, rodeada de tanto cariño, ¡Ha sido un hermoso y maravilloso día!
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