Las lágrimas han cesado y no porque el corazón no siga atormentado. Es que mis ojos se han secado de agotamiento y ya no les queda más gotas que derramar. Las letras han tomado su lugar y frases lloran desde la punta de mis dedos, quejosas, tiritando de temor. ¿Cómo detener este brotar doloroso de pensamientos que se amalgaman con la tortura del “hubiera?. ¡Que martirio es la presencia de esa palabra cuando el pasado es un camino de humo que no se deja recorrer para volver el tiempo!
Lucho contra la inercia de escribir para aquietar mi mente. Los miedos crecen y la soledad se vuelve densa alrededor. Todos se han ido y sólo el ritmo de la respiración de mi Nena me acompaña. Es casi música el escucharla tan tranquila, como un sonido de paz que comienza a arrullarme. La niebla se disipa y el aire se ha vuelto tibio, con aroma de vida.
¡Ya no estamos solas, mi Nena! Alguien ha llegado a nuestro encuentro y sé que tú lo has descubierto, pues las olas lentas de tu respirar me hablan de tus sueños lindos.
Papá ha llegado, mi Nena, el tuyo, el mío. . .Ese mismo que nos acompañó anoche, ¿recuerdas? Está llegando para acunarnos juntas. Me ha susurrado al oído unas promesas que estaba olvidando, ¡cómo olvidarlas ahora! Y me han llegado con letras, mensajitos cariñosos, palabras de Vida que han venido desde muy lejos. . . pero, como siempre, han llegado a tiempo, mi Nena.
Duerme tranquila, Bonita, que yo dormiré a tu lado, y esta noche, mi pequeña, olvidaré mis cincuenta para dejarme abrigar en los brazos del Señor.
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