miércoles, 27 de abril de 2011

"Noche de conciertos"

El eco de las risas de mis nietos en el cuarto de juegos aún resuena y piezas de lego mezclados con carritos me recuerdan que es cierto, ellos han vuelto a llenar este lugar que es sólo para ellos.
Minutos antes, cantos a contratiempo y tonos que improvisaban letras de canciones que, yo misma canté a mis hijos, amenizaban nuestro trayecto de vuelta a casa. Mi hija y mis dos amados nietos entonaban y jugaban en la cajuela de la Van, librándose con su travesura incluso, de los cinturones de los asientos. Y, de la mano de mi esposo, sonrío mientras sigo la tonada.
Sí, la tormenta ha pasado y los sonidos de la vida cotidiana comienzan a permearse en mi vida.
El jardín a oscuras, apenas iluminado por una flama son el escenario donde escucho un himno, “Cuán grande es Dios” y mi corazón estalla en una sola emoción: gratitud. . . por lo que pudo haber sido y no es. . . y por la realidad que ahora Dios me regaló.
Lágrimas brotan de mis ojos al sentir como el himno va invitando al viento que mece el ambiente, al grillo que en monótona armonía se suma y el ritmo del cintilar de las estrellas sigue la cadencia, sin perturbar el canto que, también mi corazón, eleva al cielo con reverencia.
Hoy ha sido noche de conciertos: voces, risas, cantos e himnos al Señor. ¡Gracias, mi Dios!

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