“Egresada de la facultad de la institución de más prestigio en México en Derecho y con maestría en Inglaterra en materia ambiental; dominio de tres idiomas y futura representante de nuestro país en los foros internacionales”. Sí, es la presentación “oficial” de una joven mujer a quien admiro mucho: mi hermana política. Pero, esta vez, quisiera hablar de la “otra”.
Esposa, capaz de recibir a su marido con una sonrisa después de un día que incluyó el cuidado de tres hijas, que van de los dos años y medio a los siete, más un bebé de un mes al que está amamantando. Anfitriona, por una semana, de seis personas durmiendo en casa y de más de tres docenas de invitados para la celebración de un bautizo, con naturalidad y estilo.
El orden de su casa, apoyado por un menú programado por día e instrucciones múltiples de horarios, actividades y una buena dosis de flexibilidad, lleva a buen fin cada día y, haciendo de todo, un momento de alegría y disfrute.
Sin quitar mérito a la mujer profesional y brillante que también es, en mi opinión, su “otra” faceta resulta aún más impresionante y, no sólo por la forma en que la desempeña, sino porque una sabiduría femenina, en vías de extinción, la ha llevado a la conclusión de que: ser madre y esposa, son dignas carreras en las que invierte su vida por elección y convicción.
Desde que inicié mi adolescencia y hasta la fecha, he sido bombardeada por los medios y una sociedad que me ha querido convencer de que, la única forma de desarrollarme y lograr la plenitud como mujer, es con una profesión brillante y una independencia económica. Y, aunque confieso que por momentos casi han logrado venderme su propuesta como “la verdad”, es cuando veo a mujeres como esta admirable chica que reafirmo que, el rol de esposa y madre, nos revisten de una indiscutible dignidad de la que han querido despojarnos.
A mis cincuenta y uno, me alegra pensar que, por mujeres como mi cuñada, el mundo conservará a la familia como la sana y básica organización social, y más importante, generarán seres humanos equilibrados, sensibles e íntegros.
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