sábado, 9 de julio de 2011

"Rompecabezas"

Para alguien cuya habilidad de asociación no es tan desarrollada, un rompecabezas puede ser un gran reto. Y tal es mi caso si hablamos del rompecabezas llamado “Vivir”.
Cuando las piezas me son presentadas una por una, no me resulta difícil conocerla, analizarla y comprenderla pero, ¡qué difícil es cuando tengo que acomodarla en el cuadro completo! Y, en los últimos tiempos, una se ha añadido al juego: “la vejez”.
Mis padres, al paso de los años, se van convirtiendo en personas mayores, como antes se llamaba a los ahora llamados “adultos mayores”, en viejos. Y ser viejo tiene infinidad de circunstancias en las  que no había reparado y que ahora estoy aprendiendo. Pero, como antes dije, la estoy conociendo y reconociendo lentamente, entendiendo día a día y el problema siguiente es ¿cómo encaja en la imagen de mi vida?
Viviendo bajo principios cristianos, la respuesta sencilla es “Honrando a tus padres”. ¡Suena sencillo! Ahora bien, ¿qué hago con la escala que Dios ha marcado? Primero Dios, después mi esposo, luego mis hijos, mi ministerio y mi trabajo. ¿Entre qué posición del escalafón acomodo la honra a mis padres?
Repaso, reviso y miro a mi alrededor. El primero en traer una pista es mi esposo quien, con anticipación, se ofrece a apoyarme en la atención de mis padres enfermos, renuncia su tiempo conmigo, su esposa y toma en sus espaldas actividades de mi abultada lista para darme un tiempo de descanso. Después de él aparece mi hermano mayor renunciando a 10 días de su vida para servir a nuestros viejos. Le sigue mi hermana menor renunciando a sus comidas familiares y sus tiempos libres para acompañarlos. La lista crece y crece. Mi otra hermana dejando su casa para atenderla durante el fin de semana, su único tiempo para descansar. Mi hija, corriendo al encuentro de mi madre para desayunar juntas tras dejar a sus pequeños en la escuela. Mi hermano y su familia visitándola, seguramente renunciando a las actividades de sus hijas. Mi hijo, dejando de lado sus diversiones y viajar para pasar dos horas con ellos. ¡Encontré la pieza que enlaza la honra al resto de mi vida en sus ejemplos! Su nombre: renunciación y sacrificio.
Algo de paz me da la revelación cuando, una pequeñita de dos años y medio, la bisnieta de mis padres, me regala una pieza más que completa la parte del cuadro: Con un abrazo espontáneo que envolvió la cabeza de mi madre y un beso bien tronado, le dio nombre a la ficha faltante: ¡Amor!
Una cascada de respuestas me llega al corazón. Supongo que el versículo que dice: “Aquel que pierda su vida por mi causa la ganará” tiene que ver con renunciar a nuestra vida agendada alrededor  de nuestros intereses para entregarla a otros por amor. Porque, ¿acaso amar al prójimo no fue la principal causa de Jesús?
A mis cincuenta y uno, cuando creo que he aprendido a armar el rompecabezas de vivir, descubro que no terminaré de hacerlo sino hasta que mis ojos se cierren y vaya al encuentro de mi Dios.

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