A través de los medios publicitarios constantemente escucho mensajes que esencialmente nos invitan a “ser diferentes” cuando, paradójicamente, lo que tratan es de meternos a una caja de consumo que nos vuelve más parecidos, casi alienados.
Y, justo en contra de esa propuesta, me he encontrado haciendo revisiones sobre la gente que me rodea para descubrir ejemplos a seguir, testimonios de vida que me inspiren y me confirmen sobre lo bueno que debo incluir en mi vida.
Así he identificado rasgos de carácter valiosos en las personas y que me motivan a intentar desarrollarlos en mi propia forma de vivir. Mi lista incluye la tenacidad de mi hija en tiempos de adversidad, la lealtad hacia los amigos de mi hijo, la ligereza de espíritu de mi esposo, la dulzura de mi hermanita Mónica, el ahínco de mi hermana Lina, la creatividad de mi madre, la generosidad de mi hermano Carlo, la fidelidad a Dios de mi amiga Kristi, la sabiduría de Donna, el don de servicio de Sandra, la alegría de Lorena, la practicidad de Reyna, el amor constante de Bertha, la mansedumbre de Margarita, el compromiso de Paola, la confianza en Dios de Tracy, la constancia de Odile, y así podría continuar enumerándolos en una aún más larga lista.
A mis cincuenta años, lejos de seguir la frase que se usara en una campaña publicitaria de “No acepte imitaciones”, mi propuesta de vida se ha convertido en: “SI ACEPTA IMITACIONES” (de todo lo bueno que otros me te puedan enseñar).
No hay comentarios:
Publicar un comentario