El espacio en donde estamos viviendo, mi esposo y yo, la etapa dorada de los cincuenta es un lugar que hemos llamado “La Toscana” por su estilo tan semejante a las antiguas construcciones italianas. Y la forma en que llegamos a ella fue, probablemente, mientras vivíamos uno de los pasajes más dolorosos y humillantes de nuestra vida.
Ese día, con el corazón apesadumbrado cruzamos el umbral de la “Toscana” que se ocultaba tras una puerta de madera con herrería antigua y, siendo tan reducida, me trajo un primer mal augurio, según yo: ni siquiera tenía espacio para guardar un auto. Pero unos pasos más adentro, a pesar de nuestro ánimo tan triste, aquellos muros de adobe salpicados por una que otra flor, sus patios y las piedras donde reposaban algunas macetas de plantas semi-marchitas fueron destilando su encanto.
Por el tiempo que llevaba desocupada lucía algo ruinosa y polvorienta. El jardín sin pasto rodeado por árboles sin hojas, aunque amarillento, transpiraba nostalgia de los mejores días de primavera. ¡Era casi una postal de los anhelos en suspenso!
Tuvieron que pasar muchas semanas antes de que se reanimara esa primera seducción de la casita en mi corazón y, mientras mi ilusión por ese rinconcito crecía, Dios fue acercándome a él hasta que finalmente la “Toscana” se fusionó al futuro de nuestra familia.
Al paso de estos tres meses, los mejores momentos en familia han ocurrido en ese mágico lugar, tan escondido en el corazón de un pueblo de la provincia mexicana. El portón, discreto y anciano, sigue protegiendo la intimidad de la “Toscana” con nosotros dentro. La gente que pasa frente a ella, seguramente, no imagina los deliciosos momentos que he pasado con mi esposo, mis hijos y mis nietos. Ahora, felizmente, somos todos nosotros parte del secreto deleite que esta casa centenaria ha guardado tan celosamente.
A mis cincuenta, a través de la “Toscana”, recuerdo que un pasaje doloroso del pasado no debe marcar mi futuro con su amargura, que debo dar oportunidad de vivir las cosas que, incluso, hayan nacido en medio de la adversidad y así no perderme de las maravillas que pueden estar esperándome.
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