Los números, para muchos, tienen un gran significado y, en la sociedad, hemos dado especial realce a algunos, en particular, a los múltiplos de 5. Así, muchas niñas esperan ansiosas el día que cumplirán 15 años. Los matrimonios celebran los 25 años de unión y, con frecuencia, las fiestas más emotivas entre los adultos se dan cuando cumplen 50.
También los aplicamos para calificar algo. ¡Fue de 10! Y, en nuestra escala, estamos diciendo que llegó a la perfección. Pero, ¿qué hay detrás de un 10 en las evaluaciones de un estudiante?
Esas son las cosas que se omiten y que son importantes. Porque, un número, no siempre revela abiertamente las incontables madrugadas en que, ese joven, pasó leyendo un libro o repasando apuntes de clase. Ni las mañanas en que libró una lucha contra la cama que lo invitaba a quedarse y donde, su cuerpo agotado, se ponía a favor de dormir “aunque fuera cinco minutos más”.
Tampoco explica la batalla interior, entre la juventud y la determinación de alcanzar una meta, cuando un grupo de amigos intentó convencerlo de salir de fiesta.
Tal vez, ese diez, ni siquiera esbozará las ojeras, la piel pálida y ceniza, y la espalda dolorida por horas y horas de permanecer en un sillón para completar el trabajo.
Sí, me gusta cómo luce ese listado de calificaciones de ese joven dedicado e inteligente, mi hijo, pero más alabo y aplaudo todas aquellas sabias decisiones que, día a día, tuvo que tomar para alcanzar la meta que se fijó y que, hoy, consiguió.
¡FELICIDADES, HIJO MÍO! ¡Eres ejemplo de perseverancia y dedicación, para muchos, pero más para tus padres! ¡MERECIDOS RESULTADOS!
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