¡Es inevitable! Una crisis de felicidad me ha picado el alma y, aunque me lo propongo, no puedo evitar la sonrisa que se ha pasmado en mi corazón. Los recuerdos que, como banco de bruma, me robaron la alegría por tanto tiempo, ahora escampan al calor de una brisa tibia que va colándose por entre los últimos cuadros del calendario.
Este año, tan impregnado de dolor, lágrimas y retos, está llegando a su fin y, sus fragancias de nardos marchitos, están desapareciendo bajo la esencia aromas nuevos, tan frescos, que mi alma se va emborrachando de esperanza.
¡Que lindo es vivir!
Los cambios van entrando un poco a tropezones pero, con tanta vida dibujada, que el suelo de la realidad retumba y se estremece de contento.
¡Que bien me viene el cambio!
Y, aunque en estas nuevas realidades extrañaré algunas cosas del pasado, mis ojos brillan al pensar en la novedad y lo distinto. Ese colorido del tiempo recién estrenado se ve ya muy cerca y, casi con ansiedad, respiro algo más rápido en un intento de acercarlo a mí, ahora mismo.
¡Que emocionante es el futuro!
A veces el funeral de un año puede ser muy placentero y, por demás, necesario. Rescatadas las reliquias de la experiencia, lo demás, es tiempo de echarlo a la fosa del ayer para dar la bienvenida a las brisas del mañana y sus aromas de esperanza.
¡Llega ya! ¡Llega pronto, 2012!
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