viernes, 30 de diciembre de 2011

"Estrechez"

La primera idea que viene a la mente en la mayoría de la gente, al escuchar “estrechez” es, por lo general, de carencias o privaciones. Pero, en mi experiencia, los tiempos en que he vivido en esa condición han sido los que me han traído mayores frutos y experiencia.
Cuando la cama ha sido un espacio reducido, mis esposo y yo hemos dormido más cerca el uno del otro.
Ante un presupuesto estrecho, la solidaridad entre nosotros es más fuerte y, bajo esa circunstancia, los valores, en su escala correcta se acomodan y rigen nuestras percepciones más sabiamente.
Cuando el dinero escasea, la madurez crece al sujetar los deseos desmedidos. El ingenio aumenta y un sentimiento de contentamiento y gratitud surgen para salvaguardar nuestra alegría de estar juntos.
En las casas con menor espacio, aprendimos a ser eficientes y evitar el exceso de contenidos que pudieran saturarlas. El orden, condición indispensable, se volvió una fórmula de austeridad cómoda.
Si el tiempo, ya sea para un viaje o para realizar una meta, es corto, logramos concentrar nuestra energía y focalizar nuestra meta con claridad.
Los caminos estrechos, además de ser más solitarios, requieren de un caminar más cuidadoso y decisiones más sabias. Y, aunque las compañías escasean, las pocas que aún nos quedan son valiosas y especiales.
Y, cuando la salud no abunda, el cuerpo sale ganando pues nuestra atención y cuidados hacia él aumentan.
Pero, sobre todas las cosas, cuando la estrechez llega a mi vida, la fe en Dios se expande en una dependencia abierta, una que pocos entienden pero que, a mí, me regala una paz y certidumbre “más allá de todo entendimiento”.
No, hablar de estrechez, para mí, no es algo negativo. Por el contrario, es uno de los mejores maestros de vida y una de las formas para corregir, de vez en cuando, las deformaciones y desvíos producto de la abundancia y el derroche.

jueves, 29 de diciembre de 2011

"Me di cuenta"

Cuando empiezo mi recuento de fin de año, me voy dando cuenta de que, no me di cuenta que he sido feliz, incluso. . . sin darme cuenta. Y, para colmo, mi hallazgo se extiende a muchos, muchos años.
Al escarbar en el arcón, me topé con varios recuerdos navideños. El más fresco, la visita en Andorra donde, además de disfrutar de la nieve, vimos florecer la amistad con la familia que, seguramente, perdurará por el resto de nuestra vida. Y, no mucho tiempo atrás, vivimos la Navidad en Livingston arropados con la pareja que contamos como parte de nuestro grupo selecto de amigos.
Y, ¡la Navidad en Montreal! El recuerdo de mi hermano y su familia leyendo el pasaje del nacimiento de Jesús, después de un agitado día de esquí, es simplemente inolvidable.
Como en un álbum fotográfico, mi memoria repasó, uno a uno, los momentos especiales y muchos de ellos, con sedes espectaculares y exóticas, hicieron erizar mi piel. Pero, una imagen, pareció repetirse varias veces y, sin embargo, no perdió su efecto emocionante: mis Años Nuevos en familia.
El rostro sonriente de mi esposo, la felicidad desbordante de mis padres al verse rodeados de sus hijos, el placer de mis hijos al reunirse con sus primos y, en los últimos años, el alegre corretear de mis nietos con sus tías más jóvenes, aparecen entre mis memorias como los más deliciosos tiempos de felicidad y, curiosamente, inmersos en el entorno más cotidiano. . . el hogar.
Con muchos años más, añadidos a mis ojos, puedo comprender lo que convirtió a todas esas celebraciones en el mejor de los tiempos. El ingrediente es uno y es simple: vida. Sí, todos mis seres queridos siguen conmigo. Nuestra familia, que jamás ha descontado presencias, sigue sumando miembros y creciendo en amor. Extraño. . . ¿Cómo es que nunca lo noté?
Afortunadamente, aunque he perdido el tiempo para paladear plenamente la felicidad de todos esos momentos, hoy puedo hacerlo en la conciencia de que, todos, aún están aquí y, no sólo eso, muy pronto, a la familia se añadirá un miembro más, un ser humano excepcional y, ¡Justo a tiempo, me doy cuenta, de que soy muy feliz!

martes, 27 de diciembre de 2011

"Divorcios"

Cuando las cosas ya no funcionan, la decisión es impostergable: debo erradicarlas para dar paso a lo nuevo. Y, a cuatro días de un nuevo comienzo, tengo esperando en mi puerta un inevitable divorcio.
Sí, no sólo debo separarme de lo que está estorbando sino, con toda determinación, empacarlo y echarlo fuera de mi vida.
Comenzaré por los recuerdos que, de sólo pensarlos, me pesan en el alma. Así como nadie, en su sano juicio, guarda una cáscara de naranja después de exprimir el sumo, tampoco tiene caso mantener en mi memoria los eventos que tanto dolor me causaron si, ahora, ya me han entregado la enseñanza y experiencia. Así que, ¡adiós malos recuerdos!
También, hoy, me divorcio de la dependencia a relaciones que sólo me han arrastrado a la frustración de la necedad. Necesito dejar atrás la falsa esperanza de poder influenciar su voluntad y aprender a esperar a que, cada uno, aprenda de su error y crezca a través de él.  ¡Adiós a las relaciones inútiles!
Tampoco queda espacio, en mi vida, para las prisas eternas y la fantasía de que puedo hacer caber más actividades en la agenda de las que en realidad puedo atender. Así que, con firmeza, franqueo mi puerta con un “NO” a la sobrecarga de trabajo y doy la bienvenida al “Sentido común”, mi nuevo portero para la entrada de compromisos a mi vida. ¡Adiós, exceso de trabajo!
Otro viejo compañero de viaje, el “Perfeccionismo”, tendrá que ser despachado. El desgaste que me deja nuestra relación amerita un remedio drástico y, la única solución, es nuestro divorcio. Su exigencia y estándar, a lo largo de los años, acumuló un cansancio del que me es difícil sobreponerme. ¡Adiós, perfeccionismo!
Y, para terminar de limpiar mi armario, empaco el enorme bagaje de “expectativas” que guardé, por muchos años, de la gente importante y significativa en mi vida. Después de tantos años, caí en la cuenta de que, entre más tiempo pasa, van pesando más y más lejos está el tiempo de que se cumplan. Si las expectativas se marchan, un enorme espacio queda para la “aceptación” que, por lo que he observado, es infinitamente más ligera y hace fluir las relaciones mucho más. ¡Adiós, falsas expectativas!
El tiempo apremia y el gran día del nuevo comienzo se acerca. Y, con los divorcios necesarios decretados, avanzo ligera al renacimiento anual.

lunes, 26 de diciembre de 2011

"Brisas y aromas"

¡Es inevitable! Una crisis de felicidad me ha picado el alma y, aunque me lo propongo, no puedo evitar la sonrisa  que se ha pasmado en mi corazón. Los recuerdos que, como banco de bruma, me robaron la alegría por tanto tiempo, ahora escampan al calor de una brisa tibia que va colándose por entre los últimos cuadros del calendario.
Este año, tan impregnado de dolor, lágrimas y retos, está llegando a su fin y, sus fragancias de nardos marchitos, están desapareciendo bajo la esencia aromas nuevos, tan frescos, que mi alma se va emborrachando de esperanza.
¡Que lindo es vivir!
Los cambios van entrando un poco a tropezones pero, con tanta vida dibujada, que el suelo de la realidad retumba y se estremece de contento.
¡Que bien me viene el cambio!
Y, aunque en estas nuevas realidades extrañaré algunas cosas del pasado, mis ojos brillan al pensar en la novedad y lo distinto. Ese colorido del tiempo recién estrenado se ve ya muy cerca y, casi con ansiedad, respiro algo más rápido en un intento de acercarlo a mí, ahora mismo.
¡Que emocionante es el futuro!
A veces el funeral de un año puede ser muy placentero y, por demás, necesario. Rescatadas las reliquias de la experiencia, lo demás, es tiempo de echarlo a la fosa del ayer para dar la bienvenida a las brisas del mañana y sus aromas de esperanza.
¡Llega ya! ¡Llega pronto, 2012!

domingo, 25 de diciembre de 2011

"Migajas y papel"

Librado el estrés de una nueva receta para el pavo, las compras de último momento y las misiones encubiertas para los regalos de los niños, la velada navideña dejó el mantel salpicado de migajas y el piso tapizado de papeles rojos, verdes y azules, rasgados por la emoción de ver su contenido.
Entre música que cantaba del nacimiento del Salvador y las risas de los pequeños jugando, las conversaciones se mezclaron de opiniones, historias y oraciones de acción de gracias. ¡Qué bonita es la celebración de Navidad en familia!
Pero, a pesar del deleite de la compañía de nuestros seres amados, este año, la fecha se colmó del más noble sentimiento haciéndola inolvidable: la compasión. Mis nietos, por primera vez en su corta vida, cruzaron el portal que los resguarda de una realidad que, muchos, se empeñan en ignorar y hasta negar.
Con el corazón vibrando, vi las primeras lágrimas en los ojos de mi nieto de cinco años, gotitas de compasión que lo conectaron con los que menos tienen. Y, para mi sorpresa, en vez de huir, esa personita buscó cada oportunidad para estrechar las manos encallecidas y pasar sus bracitos sobre los hombros encorvados de quienes tienen que luchar, muchas veces, contra la enfermedad y el hambre juntas.
En cada entrega, sacando todas sus fuerzas, el pequeñito cargó los bultos con alimentos que, una noche antes, preparamos en familia, aceptando la ayuda de su tío, mi hijo, sólo para sacarlos del auto. El equipo formado por estos dos jóvenes varones recorrió el humilde poblado entregando, no sólo alimentos, sino sonrisas, abrazos y cariño.
“Noche de paz, noche de amor”, sonó la canción ayer por la noche en muchos lugares del mundo pero, en nuestra experiencia familiar, sin duda, fue el legado que la Nochebuena dejó en los corazones de los míos.
Señor Dios, ¡misión cumplida!

sábado, 24 de diciembre de 2011

"Extramuros"

La Navidad, cada año, nos saca de la rutina diaria para entrar a una anual. Con sus apuros tradicionales, nos lleva de un almacén a otro en busca de obsequios y las compras para preparar una cena especial con un menú que, en la mayoría de las casas, es el mismo cada año. Porque, ¿Acaso no se tratan de eso las tradiciones? Fijar una fecha y hacer “cosas” determinadas con la misma gente.
Pero lo extraño en esta celebración es que, la esencia de esta tradición navideña, ha quedado fuera. Sí, el motivo que la inició ahora ha quedado ajena al festejo y, en algunos lugares, hasta resulta ofensivo o vergonzoso nombrar al festejado: Jesús.
Al darme cuenta de ello, hace ya varios años, mis esfuerzos se encaminan a devolver a la figura central de regreso y que la fiesta tenga su verdadero sentido. ¿Cómo tener una fiesta de cumpleaños sin que la persona esté presente?, se preguntarán.
Así como cuando conmemoramos el surgimiento de una nación, utilizamos una bandera como símbolo patrio, de igual manera, para recordar a Jesús, armamos una representación de su nacimiento con pequeñas figuras en un pesebre.
Pero, como para mí, el motivo de mi festejo es mucho más que una nación o una persona cualquiera, redoblo mi esfuerzo y trato de hacer lo que vino a enseñar mi Señor Jesús y que sé le complace: servir y amar al prójimo.
Hoy, por primera vez, trataré además de enseñar a mis nietos el verdadero sentido de la Navidad. Después de un trabajo en familia, bolsas llenas con alimentos quedaron listas para ser portadoras del amor que Jesucristo nos pidió que prodigáramos. Y, también siguiendo su mandato, esta tarde buscaremos a los necesitados y solitarios que aún esperan un abrazo o una palabra de cariño.
Tal vez, mi mejor legado para los que mi descendencia, sean estos intentos por llevarlos fuera de los muros de su comodidad y la fantasía comercial en que nosotros, como sociedad, hemos convertido esta fecha. Y enseñarlos, con un amor en acción, a recordar a los que Jesús amó, cuidó y sanó durante su ministerio en la Tierra: los pobres.
Este año, espero que mi familia viva una intensa y verdadera Navidad, llena de amor al prójimo anónimo que hoy conocerán. ¡Esa es mi oración!

viernes, 23 de diciembre de 2011

"El final"

El efecto por la cuenta regresiva, al final del año, es inevitable. Torrentes de memorias y ocasionales lágrimas a la mitad de cualquier parte me acompañan. Y en la película de mi vida, de los últimos doce meses, aparecen con igual nitidez los días buenos y los días malos. Al final, cada recuadro con su contenido, son lo que han modelado a la nueva persona que ahora soy. 
Aun así, los momentos que más brillan, esos que hicieron a mi corazón pegar brinquitos, no sólo entretienen por más tiempo mi memoria. También me descubren que, en esos instantes, el ruido del presente no me permitió disfrutarlos y reconocerlos como las pequeñas vetas de felicidad sembradas en el camino diario.
Es cierto que los cumpleaños y festivales me mantuvieron sonriendo de contento pero, otros cortos pasajes, llenitos de cotidianeidad parecen ser, a la distancia del tiempo, los que dibujan con especial realce el año que termina.
Esos trayectos y conversaciones con mi esposo, los planes diarios con mi hija, las pláticas con mi hijo, los juegos en el arenero con mis nietos, las caminatas con mi perro Lorenzo, los desayunos con mis padres, las veladas entre amigos, las mañanas frente al computador jugando con mis amigas y las noches, acompañadas con mi música favorita, escribiendo sin prisa ni descanso fueron los que matizaron mis días de un gozo especial.
Las hojas de mi agenda se agotan y, del calendario, ahora cuelga un fajo raquítico de hojas destinadas a desaparecer en los próximos días. Mientras que, en mi cajón de los recuerdos, buscan acomodo las experiencias que harán de este año uno digno de recordar.
La hora se acerca para ver morir el año y, en mi corazón, reviven los tiempos dibujados de felicidad que jamás perecerán pues son míos. . . para siempre.

jueves, 22 de diciembre de 2011

"La guerra y la paz"

Uno de los deseos, más frecuentemente escuchados en esta temporada, habla de paz. Igual se escucha en las canciones, que en las declaraciones de celebridades que abogan por ese estado que, parece, es inalcanzable para la humanidad.
Fotos de soldados, de bandos distintos, abrazándose en la Nochebuena, conmueven porque representan el anhelo de casi cualquier humano. Altos mandatarios y líderes de organizaciones mundiales se reúnen, vez tras vez, buscando acuerdos que restablezcan la armonía entre naciones enteras y, la Navidad, se convierte en un espacio de tiempo que propicia el rencuentro y reconciliación entre la gente con relaciones rotas.
Al final, la tan perseguida paz, se ha convertido en una meta, que el mundo, casi con empecinamiento, trata de atesorar. Y eso es algo que, yo personalmente, alabo.
Pero, desde mi experiencia y perspectiva, la paz más difícil de alcanzar es la que llevamos o perdemos dentro, en el espíritu y el corazón.
Miro gente que, a pesar de vivir con una circunstancia de privilegio, sobrevive sus días en un estado permanente de guerra interna. A veces, la conciencia la atormenta cuando le señala que sus pasos van en el camino errado. Otras, un sentimiento de odio o de venganza contra otros lo encarcela bajo la esclavitud obsesiva del cáncer del resentimiento. El reclamo, también, con su idea de que la vida nos debe algo y que no nos entrega lo que creemos merecer o anhelamos, puede ser el ladrón de la tan buscada tranquilidad. Y, quién no ha vivido la zozobra de la incertidumbre.
La impaciencia por lo que aún no llega, la codicia por lo que no se tiene, la envidia, el rencor y falta de perdón, la rebeldía, la obstinación en el error, la mentira guardada y las expectativas frustradas, son tan sólo algunos de los detonadores de la guerra personal que aniquila el estado pleno que, sólo la paz, puede traer.
Así que, en esta Navidad, más que esperar una paz fantasiosa y etérea, ¿Qué tal una revisión de nuestra lista personal de enemigos para resolver la guerra? Creo que, sólo entonces, la paz será con nosotros, adentro y seremos capaces prodigarla a los otros. . . los de afuera.

martes, 20 de diciembre de 2011

"Silencio"

Con el espacio abierto del mundo cibernético, los silencios del escritor son evidentes para muchos. Y no es de dudar que, muchos de los lectores, lo imaginen como una postal de antaño, con la vista clavada en el vacío, un teclado inerte y la expresión frustrada de quien ha perdido a sus musas.
Pero, la modernidad, ha cambiado el romanticismo incluso en las razones para el mutis de los artistas. Porque, es muy probable que víctima de una constipación constante, por las ideas que no dejan de fluir en su cerebro y que jamás llegan a la pantalla, el escritor viva atrapado en el tráfico o entre las líneas interminables, pero de una agenda. La agitación de la vida de hoy no perdona, ni al más apacible de los inspirados y arrastra a todos a su paso, devorando poemas, ideas y novelas que jamás serán escritas.
El duelo por las obras no natas es intenso y la inspiración malograda mina, como tos incontenible, la voz del que lucha por un espacio en el tiempo correteado de sus días, para sembrar letras germinadas de historias.
La lista de deberes apremia, las ideas se quejan, la mente se constipa y, la escritora de estas letras, sin remedio. . . calla.

domingo, 18 de diciembre de 2011

"Hechos"

“Retrógrada, anticuada, de mente estrecha, mocha. . .”. Son sólo algunos de los calificativos con los que he sido llamada a lo largo de los años cuando, ante una circunstancia que me exige una postura, me apego a los principios básicos que, al parecer, siguen perdiendo popularidad: “Los mandamientos”. O, ¿será que desde que la humanidad los conoció ha tratado de derogarlos?
El caso es que, antes que escuchar los argumentos que luchan por convencerme de su falta de aplicación en la época moderna, abro los ojos y observo. Y, entonces, los hechos me reafirman que siguen siendo la mejor forma de enfrentar las decisiones.
Cuando, en mi revisión, veo: niñas y jóvenes madres que están criando hijos no deseados y las cifras de muerte de niños que jamás nacen aumenta, a pesar de que se está impartiendo una “educación sexual temprana”; o al ver que ocurren más divorcios que matrimonios, muchos, como consecuencia del adulterio y la mentira; encontrar que los jóvenes ingresan con tanta facilidad a las filas de la delincuencia organizada, dispuestos matar si es necesario, para tener lo que desean; y, ¿cómo ignorar las cárceles atestadas de gente que elige, como fórmula para resolver su deseos y necesidades, arrebatar lo ajeno?. . .¿realmente puedo concluir que las nuevas reglas, asentadas por el hombre, están funcionando?
 Y, si tuviera espacio, podría alargar esta lista de hechos que puedo recopilar sin gran esfuerzo, sólo para sustentar que, en todos los casos, esas 10 reglas básicas de conducta pudieron haber evitado el fatídico resultado.
Así que, a pesar de que mi aseveración a favor de esas leyes me llene de etiquetas y, una que otra vez, algo de mofa, sigo prefiriendo creerle al Autor de éstas, que a todas aquellas personas con sus propias convicciones y conclusiones. Porque, al fin y al cabo, el mundo, sus hechos y su devastación moral, me dan la razón.

"Obsequios"

El clima, las prisas, las listas interminables de pendientes antes de que las vacaciones inicien, van impregnándome la mente de un solo pensamiento: “¡Llegó la época navideña!”. Y, por si no se notara, en mi entrada, no aparece lo que nunca faltó en años anteriores. . . las compras.
Sí, las compras de este año se han limitado a lo indispensable. Víveres, gas para el calentador y, como única compra extraordinaria, el árbol natural que ahora es la decoración estrella a mitad de mi estancia.
La globalización y los ajustes económicos mundiales no nos excluyeron. Nuestra familia, privilegiada por demás, vivirá el primer año sin regalos costosos o, ¿debería aclarar que será sin regalos? Seremos, tal vez, la versión moderna de aquella caricatura que nos despedía de casa antes de partir a la celebración de Nochebuena, en la casa de la abuela, durante mi infancia: el Grinch. ¡Cuánto disfrutaba de ese final! Los niños felices, entonando un villancico y tomados de la mano, se reunían a pesar de que no habían encontrado caramelos y regalos al abrir los ojos a la Navidad.
Y, hoy me pregunto, ¿no será la oportunidad tan esperada desde que comprendí, hace 9 años, el verdadero sentido y motivo de la Navidad? ¿Podrá mi familia, al igual que aquella película infantil, tomarse de las manos y alabar por el nacimiento de Jesús? ¿Tendremos bien sembrada la razón para la celebración y viviremos con alegría todos los motivos de gratitud a Dios? No lo sé.
Aunque resulta algo extraño e inquietante, mi corazón se estremece ante la posibilidad de que, sin regalos esta Navidad, miremos a ese día especial con los ojos sabios del amor y recordemos con amor el nacimiento de Jesús, mi Salvador.

jueves, 15 de diciembre de 2011

"Nostalgia"

Recorrer el año vivido –casi de forma inevitable– abre la presa de recuerdos llevándome a flotar sobre un río de nostalgia. Y, aunque para muchos volver al pasado es algo casi vetado, a mí puede resultarme una experiencia agridulce y placentera. . . casi mágica.
Tal vez, esa pequeña aventura de volver al pasado en la memoria me es un buen ensayo pues mi vida ha quedado sembrada de muchos momentos bellos y emotivos y, aquellos que están salpicados de algunas lágrimas de dolor, al final, tienen un final que yo llamaría “de bendición”.
Dejarme llevar por la nostalgia es como ver el mar desde la orilla y desde esa perspectiva que sólo el presente puede dar. Los matices de las decisiones, los encuentros y los desencuentros tienen –desde el "hoy"– una mayor claridad al surgir su imagen desde el “todo” de mi vida.
Aquellas experiencias que en su momento clasifiqué de dolorosas o malas, se suavizan al verlas bajo la luz del contexto completo y, una forma de gracia, las hace menos filosas y más útiles en mi conciencia.
El año está por dejar caer al fondo del reloj sus últimos granos de arena y, casi con prisa, la nostalgia va invadiendo mi memoria como si con urgencia quisiera repasar conmigo lo que este ciclo me dejó como bagaje.
Así que, antes de gritar junto con los míos “Feliz año Nuevo”, descorcho un vino e invito a mi anhelo del pasado –mi nostalgia– a caminar los últimos días en mutua compañía.

domingo, 11 de diciembre de 2011

"Alma de marinero"

La imagen del marinero es, con frecuencia, la de un hombre fuerte, que gusta de la diversión y un poco irresponsable. Y, tal vez, algo hay de eso.
Sin embargo, cuando pienso en ellos, trato de descubrir su alma. Y me encuentro con algo que, a últimas fechas, merma en la sociedad de mi tiempo: el valor.
¿Qué tiene ese navegante perpetuo que nosotros hemos perdido? La capacidad para dejar atrás, una vez tras otra, la estabilidad de su vida. Mientras nosotros luchamos por la permanencia y la continuidad de lo conocido, él opta por enfrentar la incertidumbre en casi todos los planos, desde la comida hasta las relaciones en su vida, pasando por ambientes, costumbres y muchas incomodidades que se compensan con la oportunidad de conocer y vivir nuevas experiencias.
Y aunque mucha gente casi puede asegurar que, los marineros, se han extinguido, yo me sorprendí al reconocer y conocer a uno que, sin duda, tiene alma de marinero de altamar.
Este hombre, sin que pueda ser tachado de irreflexivo, ha puesto su mira en un futuro que, desde ya, le está exigiendo el levantar las velas para dejar los proyectos en los que ha invertido parte de su juventud y, con brío y su experiencia en el arte de navegar por la vida, ir a conquistar nuevos retos y empezar de nuevo.
Con sus motivos firmes y bien anclados al corazón, está echando mano de todo el arrojo y el valor nacido de la esperanza y, aunque la incertidumbre intenta derrumbar sus planes, él se sujeta con firmeza al timón y se guía por las estrellas que lo llevarán. . . hasta su nuevo hogar.
A tí, valiente navegante, ¡buen viaje y bienvenido a casa!
 ¡Lo que uno, aún puede ver. . . a los cincuenta y uno!

"Enumerando"

Los números, para muchos, tienen un gran significado y, en la sociedad, hemos dado especial realce a algunos, en particular, a los múltiplos de 5.  Así, muchas niñas esperan ansiosas el día que cumplirán 15 años. Los matrimonios celebran los 25 años de unión y, con frecuencia, las fiestas más emotivas entre los adultos se dan cuando cumplen 50. 
También los aplicamos para calificar algo. ¡Fue de 10! Y, en nuestra escala, estamos diciendo que llegó a la perfección. Pero, ¿qué hay detrás de un 10 en las evaluaciones de un estudiante?
Esas son las cosas que se omiten y que son importantes. Porque, un número, no siempre revela abiertamente las incontables madrugadas en que, ese joven, pasó leyendo un libro o repasando apuntes de clase. Ni las mañanas en que libró una lucha contra la cama que lo invitaba a quedarse y donde, su cuerpo agotado, se ponía a favor de dormir “aunque fuera cinco minutos más”.
Tampoco explica la batalla interior, entre la juventud y la determinación de alcanzar una meta, cuando un grupo de amigos intentó convencerlo de salir de fiesta.
Tal vez, ese diez, ni siquiera esbozará las ojeras, la piel pálida y ceniza, y la espalda dolorida por horas y horas de permanecer en un sillón para completar el trabajo.
Sí, me gusta cómo luce ese listado de calificaciones de ese joven dedicado e inteligente, mi hijo, pero más alabo y aplaudo todas aquellas sabias decisiones que, día a día, tuvo que tomar para alcanzar la meta que se fijó y que, hoy, consiguió.
¡FELICIDADES, HIJO MÍO! ¡Eres ejemplo de perseverancia y dedicación, para muchos, pero más para tus padres! ¡MERECIDOS RESULTADOS!

miércoles, 7 de diciembre de 2011

"Cuento"

La reina miró y miró al mar, el mismo que la princesa contemplaba desde la orilla. Ella también percibía los perfumes con que la brisa envolvía el castillo. Y, sin siquiera darse cuenta, el aroma se coló en sus ojos, en su rostro e invadió su corazón.
El ocaso la sorprendió con horas que corrían aprisa. Y con el sol cobijándose bajo la marea y su princesa mirando al otro lado del mar, la reina se dejó bañar por la luz de las estrellas. Pero, sólo una, le sonrió con destellos blancos, azules y amarillos.
Sus ojos, cansados de contemplar la quietud, le recordaron que aún había tiempo de dormir y, la reina, al volver hasta su cama, no pudo dejar de sonreír.
Cuando, en el vaivén de los sueños se arrulló, olas salpicadas de noticia la invadieron y estallaban bajo sus pies. Ese mar que se alargaba, rodeaba dos castillos y, aquel que antes estaba lejos, empujado por el agua, poco a poco se acercó. Flotaba lento pero, muy pronto, los castillos se juntaron.
Fue entonces que la princesa no miró más desde la orilla pues desde un balcón, frente a ella, le sonreía. ¡Cuán hermosa, que delicia de sonrisa! ¡La princesa relucía! Y, desde su propio castillo, le daba la bienvenida.
Risas, luces, corretear de piecitos se escuchaban. La princesa y su castillo se habían llenado de voces, nueva vida. La princesa, ahora reina, ya tenía su propio reino.
Pero, tanto ir venir en su sueño, a la reina despertó y la sonrisa en sus labios, se dio cuenta, nunca la abandonó. Con un poco de nostalgia, a los sueños despidió y, con el corazón intrigado, hacia su ventana miró. ¿Qué había sido todo aquello? ¿Un anhelo? ¿Sólo un sueño?
Y una luz, blanca y azul, en su mente destelló. ¡Así que había sido ella!, la reina comprendió.
Juguetona y entrometida, la estrella de la esperanza, esa noche, un rayito le lanzó. Y, colándose por sus ojos y sin pedirle permiso, se instaló en su corazón.

jueves, 1 de diciembre de 2011

"Bajo la almohada"

Las circunstancias y el amor a los míos, poco a poco, han ido despojándome del tiempo y los proyectos por tanto tiempo atesorados, perdiéndose en el rincón donde va a dar el polvo de los imposibles.
Abriendo las manos, sin resistir, los he ido entregando y, aunque un suspiro por el “hubiera” a veces se escapa de mi alma, al final, el corazón se alegra por el privilegio de dar. Eso ocurrió, ocurre y ocurrirá sin revoluciones ni revueltas a menos que, en un intento de robo, me quieran arrebatar mi tesoro escondido bajo la almohada.
Pocos saben con cuanto celo lo guardo y, casi nadie me ve cuando lo mimo, lo acaricio y me entrego en el más pleno desenfreno para gozarlo. A veces, de tan grande, no cabe bajo la almohada y entonces lo meto bajo el colchón. Y, como aquel guisante de la princesa perturbada, me roba el sueño y reclama mi atención.
Cuando es pequeño, sólo basta un cariño, tan casual como alborotar el mechón de cabellos en la frente de un niño y, ¡se conforma con tan poco para seguir vibrando!
Así que, a quien quiera atentar y robarme mi tesoro, antes, entiendan, todo lo entrego, lo juro, pero si me arrebatan mis letras, mis ideas, entonces. . . ¡muero!