Supongo que nada tendría de original el hablar de las redes sociales como el fenómeno que ha cambiado el concepto de comunicación e intercambio de nuestra era. Es algo que, de la noche a la mañana se menciona, igual en los cursos de marketing que en las conferencias de escritores. No hay un entorno que haya ignorado el nacimiento de esta fórmula nueva de relacionarse.
Pero, finalmente, la experiencia de cada quién es tan única como únicos somos los seres humanos. A mí, hace unos días, un comentario me llevó a largos momentos de masticación y rumiar intelectual. Un amigo de mi hija escribió lo siguiente, siete horas después de haber subido un comentario: Como mi comentario no recibió ni siquiera un “Me gusta”, he vuelto a subirlo al muro y yo mismo le he dado uno. El hombre, ¡se sintió ignorado en algo que consideró digno de compartir!
En un principio me hizo reír y después comprendí algo: todos seguimos necesitando confirmar que, lo que nos pasa, es de interés para alguien en el mundo. Un bebé repite la gracia recién aprendida para mirar con ojos complacidos las risas de su mami. El prometido se afeita y usa la loción que sabe que su novia notará. La abuela prepara la sopa de fideos especialmente para el nieto que la visita para asegurarse que el muchacho sepa del gusto de tenerlo cerca. La mujer que recoge los juguetes de los chicos espera que el esposo alabe la pulcritud de su hogar.
La necesidad de que alguien diga “Me gusta” refiriéndose a su vida, su familia, sus sentimientos o pensamientos ha sido satisfecha con muchas otras experiencias y ahora se añade la opción de las redes sociales.
Aunque para muchos resulte absurdo o hasta cómico que compartamos nuestra vida a través de una pantalla, yo lo encuentro casi natural. Tal vez la diferencia está en que, por internet, vamos rebasando nuestras fronteras físicas alcanzando a aquellos que, por tiempo o geografía, no podemos disfrutar.
A mis cincuenta y uno, me está tocando vivir el surgimiento de la cultura social cibernética, que no sólo me resulta atractiva sino, además, me hace evidente la bondad de aquellos seres humanos que invierten algo de su tiempo en “saber” de otros y, a veces, hasta regalan con aún mayor generosidad un “Me gusta” para recordarles que han escuchado su mensaje.
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