Esta mañana, a pesar del ligero bronceado que me dejaron unos cuantos días de playa, el espejo me envió un aviso de alerta: ¡Mantenimiento urgente!
Resulta curioso ver cómo, mientras las emergencias y situaciones familiares ocurrieron, mi cuerpo soportó la presión emocional intensa y las jornadas de horas extras sin rechistar, pero, al momento en que mi vida comienza a sentir el primer viento de normalidad, ha encendido los focos rojos y amarillos para exigir atención inmediata.
Por el momento, he decidido, cualquier posibilidad de posar para una cámara queda pospuesta hasta nuevo aviso. En el primer renglón de mi agenda aparece escrito “cita en la estética para masaje y facial”, en el segundo, “llamar a la manicurista” y en el tercero, “café con mi amiga Reyna y desayuno con Donna”.
Aunque parezca superficial, la realidad es que es un acto de bondad y gratitud a este cuerpo que, a decir verdad, los últimos meses ha recibido muy poco cuidado y sí mucha carga extra.
Así que, ¡inicia la temporada de “egoísmo, egocentrismo y auto apapacho”! Las solicitudes de cualquier miembro de mi familia, notifico oportunamente, favor de pasar a la siguiente ventanilla.
Porque, a los cincuenta y uno, ¡todavía me gusta los mimos, los masajes, el cafecito y lucir muy bien!
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