jueves, 30 de junio de 2011

"Bordado"

Aunque las manualidades no son mi parte más desarrollada, siguiendo las tendencias de la época de mi juventud, aprendí algunas que parecían indispensables: tejer, coser y bordar. Y, aunque ninguna me apasionó, reconozco que aprendí algo más que la técnica.
El tejido me mostró lo que es la paciencia y la perseverancia porque, ¡parece interminable la prenda cuando se hace puntada por puntada!
La costura me enseñó que, muchas cosas por separado puestas juntas, logran hacer algo más útil y bello. Pegar botones, hacer dobladillos, rematar ojales, cortar patrones. . . Todo eso es práctico pero, sólo al sumar esas habilidades, vemos su verdadera utilidad: confeccionar una prenda única.
Y, del bordado, una de las técnicas que más disfruté fue el “bordado español sobre tela plisada”, aplicada en la confección de vestiditos para niñas. Además de la precisión para la tensión de la tela y que los diseños originales podían lograrse con apenas unas puntadas y los hilos de colores bien combinados, algo más me cautivó.
Terminaba mi primera pechera del vestido para mi hija y, siendo naturalmente perfeccionista, pasé mi bordado a la maestra quien quedó complacida con la calidad de mi trabajo. A pesar de su satisfacción, tomó el trozo de tela trabajado y, aguja en mano, bordó una última puntada en sentido contrario el del resto del diseño. ¡Atrocidad! ¡Mi bordado perfecto quedó arruinado!
Al ver mi expresión, con una sonrisa me explicó: “La perfección del bordado es lo que buscamos pero, si no ponemos algún errorcito, ¿quién podrá saber que fue hecho a mano y que es un bordado auténtico?”
¡Justo como la amistad!, pensé. Aspiramos a que sea bella, gratificante, justa, equitativa y muchas cosas buenas más pero, ¿no es cuando surge un desencuentro, enfado o algo que rompe el encanto de su perfección que comprobamos que es auténtica?
A mis cincuenta y uno, tengo un tesoro maravilloso en amigas con las que, en algún momento de nuestra vida, juntas, hemos vivido “puntadas” encontradas que nos han dado la garantía de que nuestra amistad ¡es indiscutiblemente auténtica!

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