Para quienes llegaron al blog esperando encontrar un remedio para acabar con las “llantitas” sobre las caderas, anticipo que no es el tipo de llantas del que escribí. . . por lo menos, no el día de hoy. Y de hecho, me enredé en el tema cuando, al salir esta mañana, me encontré con la llanta delantera izquierda prácticamente desinflada. Gracias a la compresora que cargo en mi cajuela, el hallazgo no terminó en manos embarradas de grasa por desmontar el gato y la llanta. A pesar de la tecnología portátil, el estrés se acumuló al que ya había juntado a lo largo de la mañana tras hacer un recorrido de menos de un kilómetro en un tiempo récord de tres minutos y medio. Pero, aclaro, pasando por calles adoquinadas, dos topes, dos semáforos, dos paradas de TaxiVan y, todo, ¡antes de que el neumático volviera a quedar con tan sólo 10 libras de aire!
Mientras esperaba a que terminara Don Abundio de hacer la “talacha y el parchado”, pude darme cuenta de cuanto necesitaba del abrazo de mi esposo después de un inicio de día tan complicado emocionalmente. También me encontré pensando en todo lo que puede ocurrir por el simple hecho de que una llanta se quede sin aire. Aunque ya se había presentado el problema un par de días antes, por el poco tiempo y dinero, se pospuso el arreglo bajo la garantía de que “sólo perdía 5 libras de aire durante casi todo el día”.
Mezclando los pensamientos me encontré con una conclusión: el matrimonio, al igual que las llantas, si no se atienden pueden generar miles de inconvenientes. Si falta alineación, cada quién jalará para su lado y el dibujo de la relación se desgastará rápidamente y disparejo. Si alguna de las llantas está baja, la marcha será más lenta y puede que hasta quede inservible. O, como mi llanta, aunque sólo pierda algunas libras y el daño sea tan de poco a poco que, para cuando se detecte, será necesario desecharla. En mi caso, el daño lo provocó un clavo largo oxidado invisible a la vista pero, igualmente, trajo los inconvenientes. ¿Cuántos clavos "invisibles" estarán desinflando mi matrimonio?. . .
A los cincuenta y uno, encuentro que debo aprender algo más de la “mecánica” de la relación y darme a la tarea de aplicarla para mantenimiento de mi matrimonio antes de encontrarme con la necesidad de reparaciones mayores.
¡Hola, Nuria! Buen post. Primereramente, muchas gracias por la dirección para poder visitarte nuevamente. Yo siempre digo que HOY, preparo a la ancianita del MAÑANA, je,je. Y la verdad es que aunque mi esposo me ha enseñado a levantar un ponche ¡uy! ¡para nada! Definitivamente esto no es lo mío, aunque he pensado ultimamente que aunque tenga 56 años, siempre es bueno aprender algo más, así que para la próxima clase (si la llega a haber), le pondré más atención ¡haber si ya soy capaz de cambiar una llanta,ja,ja,ja, :D
ResponderEliminarBesitos.