viernes, 21 de febrero de 2014

"Interino"

Interino: adj. y s. Que sirve por algún tiempo supliendo la falta de otra persona o cosa”.

Entiendo la definición pero, ¿cuánto “tiempo” es el que nos define como "interinos"? Como de costumbre, esto de las ambigüedades me confunde e infecta mis decisiones.
Ahora mismo, por ejemplo, me convertí en “custodia” o “dueña interina” de una perrita llamada Sadie.
Por circunstancias fuera del control de sus dueños, Sadie no puede estar con ellos en el tiempo que durará la estancia de su familia en México. El estilo de vida en la ciudad, por más alternativas que buscaron, resultó en una mala condición para ella. Así que, bajo la promesa de devolverla en dos años, Sadie ha llegado a casa y ahora es mi compañía la mayor parte del día.
Después de establecer unos días de prueba para asegurarnos de que se adaptara a la convivencia con Joy, nuestro westie, y a las dinámicas familiares, pactamos en que viviría con nosotros temporalmente.
Todo parecía muy sencillo hasta que descubrí que me miraba con simpatía y me seguía a cada paso con harta alegría. Muy pronto, Sadie comenzó a disfruta de mis rutinas y ahora es ella quien me espera, echada con paciencia, junto a mi sillón de lectura.
Atenta a cualquier ruido, da la alarma si percibe algún movimiento extraño. ¡Está decidida a protegernos! Y su respiración junto a mi cama, he de confesar, se está convirtiendo en el acompañamiento de mi paz nocturna.
Incluso, ayer, pensé enseñarle nuevos trucos de obediencia para añadir a los que ya conoce.
Fue en ese momento cuando me di cuenta de que Sadie, cumplido el plazo, se irá de casa y volverá a los suyos. ¿Tiene caso enseñarle nuevas cosas y que se adapte a mis rutinas?. Dudé y “casi” me dejo atrapar por una nostalgia anticipada.

¿Qué será cuando se vaya?
Gracias a una tarde de cama forzosa, es que pude salirme de esa tristeza prematura y todo quedó en un “casi”. 
Con un poco de reflexión, comprendí que prácticamente en todo somos pasajeros: Somos padres interinos de nuestros hijos cuando niños y nos dejan, cumplido el plazo; cuando somos niños, somos hijos interinos de nuestros padres y después corremos hacia nuestra propia vida; somos estudiantes interinos hasta convertirnos en profesionales; y aún con las mejores intenciones, somos amigos interinos pues la vida nos lleva lejos de aquellos a los que prometimos estar junto a ellos “para siempre”.
¿Tiene caso entonces reservarnos en todas esa experiencias? ¿O lo sabio es zambullirnos hasta la coronilla para vivir el interinato a más no poder?

La respuesta llegó tras la reflexión. 
Sadie y yo salimos al parque todos los días, reposamos escuchando música clásica y, sí, le estoy entrenando en nuevas suertes.

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