jueves, 20 de febrero de 2014

"Fragilidad"

El complot de un puñado de células bajo la piel, forman un tumor; la llamada que distrae al conductor, quien no ve al peatón que arrolla; un cromosoma de más que cambia el futuro de un bebé; el despertar de una enfermedad auto inmune que postra en dolor, anunciando el final; el corazón que se agota de bombear para un cuerpo agrandado por la grasa; la mirada femenina que atrae a un hombre, cansado de los reclamos diarios en casa; el agua hirviendo cayendo sobre el cuerpo de un niño; la obstrucción en una arteria que ancla, de por vida, a un cuerpo sobre una silla de ruedas; un resbalón en el baño, una falla en un avión,  un olvido en la cocina, ¡cualquier cosa!. . . y nuestra frágil vida cotidiana se quiebra con el estridente grito del “hubiera”.


Entonces ese “hubiera”, en medio de la nueva y cruda realidad, se ensaña con obstinación, obligándonos a imaginar lo que pudimos haber evitado de la tragedia que nos aplasta.
Un nuevo equilibrio se impone. Bajo el peso de la pérdida, el privilegio en el que vivíamos unos instantes antes del instante fatídico, parece esfumarse y no hay manera  de volver a atrás para recuperar lo perdido.
¿Qué alienta nuestra insaciable inconformidad? ¿Quién o qué nos convenció de que, para ser felices, agradecer y disfrutar, nuestra circunstancia debe ser perfecta, y nuestras necesidades, anhelos y expectativas deben ser todos satisfechos?

No puedo evitar sentir frustración y vergüenza. Frustración al ver todas aquellas bondades y bendiciones en la vida de la gente, que no son agradecidas. Y vergüenza por descubrir que. . . no soy muy distinta a ellas.

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