Todo comenzó cuando, rota del alma y el cuerpo, él me encontró – ¿O tal
vez debería decir que no me encontró sino que me buscó hasta encontrarme– y
nuestra historia, juntos, inició.
Le bastó verme a los ojos para descubrir en mi mirada una herida vieja,
aún abierta y supurando resentimiento. Bajo unos ojos desdeñosos, encontró la
sombra de una niña de cinco años, cuya pureza, aplastada bajo la lascivia de un
desconocido, aún reclamaba justicia desde un silencio el que resguardaba el
secreto, sórdido y vergonzoso.
Sin prisas, con una ternura indescriptible, él fue quitando las costras
con las que había protegido mi alma y que me tenían aprisionada en la soledad.
No hubo reproches, no hubo reclamos. Sólo escuché de él, una y otra vez: Te amo
por siempre.
Cuando hablamos de la traición y la injusticia de quienes me había
herido, me abrazó y, con la más sincera compasión, lloró conmigo. Pude sentir
como lo estremecía mi dolor. Yo le importaba y,
confiada, creí en su amor.
Al paso de los días, en nuestras primeras caminatas, juntos, nos fuimos
conociendo aunque, a decir verdad, él parecía conocerme desde siempre. ¡Qué
fascinante ha sido conocerlo!
Cada día, sin importar la fecha, él me procura con regalos inesperados,
detalles que me hacen sonreír y me recuerda cuanto me ama. Cada vez me convenzo
que, esa promesa que escuché desde el principio, contiene una inagotable
intención de hacer realidad nuestra relación.
Pero, como toda relación, no todo ha sido perfecto entre nosotros, y he
de confesar que nuestra historia de amor ha sido empañada muchas veces por mis
descuidos, mi inconsistencia y, por qué no decirlo, por ignorarlo en los
momentos en que me he empecinado en vivir sólo para mí misma.
Aun así, cuando regreso a la sensatez, él se muestra comprensivo y me
regala un perdón sin memoria de mi infracción.
Este, proclamo, es el amor de mi vida. Uno que sé que no merezco pero al
que no quiero renunciar. Quiero disfrutar de él hasta el último de mis respiros
y, cuando parta de este mundo, con todas mis ansias contenidas, iré a vivir con
él, con mi Dios. . .con el amor más grande que jamás he conocido.
¡FELIZ DIA DE NUESTRO AMOR, SEÑOR!
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