Escasos metros y minutos nos separaron de casa por dos días. El fin de semana para celebrar nuestro aniversario terminó y volvimos a las realidades del ahora. ¿Ridículo viajar 20 minutos para un viaje “express”? Tal vez, en la lógica de la mayoría, parece una locura. Para nosotros, con una vida que nos ha exigido renunciar a nuestra mutua presencia, fue la única oportunidad de rescatar un tiempo para mirarnos de frente, reír, recordar y amarnos sin tiempo.
El refugio de madera, en forma de cabaña, se convirtió en nuestra madriguera durante un par de días y ahí redescubrimos el placer de nuestra compañía. Encerrados en unos cuantos metros cuadrados, vivimos nuestros suspiros por el pasado, la sorpresa de un presente que nos asaltó demasiado pronto y el anhelo de un futuro con la comunión de nuestras almas.
Vino, manjares simples y música de fondo fueron los únicos extraños admitidos en nuestra reunión. Y entre sueños, despiertos y dormidos, renovamos lo que aún sentimos vivo y fresco: nuestro amor.
El tiempo, juntos, se agotó y abandonamos el paraíso perdido a pocos metros, escasos metros y minutos lejos de casa. Las palabras de despedida me recuerdan que, la magia, es corta. . . momentánea.
“Lo más difícil es dejarte”, dijiste y mi corazón respondió con silencio y asintiendo.
Mañana, otra vez, despertaré y la cama parecerá aún más grande. Será inútil buscar tu aroma en las sábanas pues hoy te has ido.
Aquí y a solas, Delgadillo me hace llorar. . . “Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio y coincidir”, entona acompañado de una guitarra que, en cada rasgar de cuerdas, saca de mi corazón un suspiro húmedo.
¿Cómo decirte ahora, amor ausente, que quiero volver a nuestra guarida? ¡Desandemos el recorrido de esos metros, esos minutos, cariño! ¡Dejemos al mundo afuera!. . .
¡Necesito tu presencia, esposo amado! ¡Necesito tanto de ti!
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