¿Cómo reacciono ante un cambio de planes?
La pregunta me asalta cuando el anuncio de que los planes dos personitas, que son muy importantes para, mí serán alterados.
Mi respuesta, confieso, me señala como inflexible y hasta testaruda.
El tiempo que me toma en razonar y aplacar los primeros impulsos de mis
emociones, no siempre es corto. Y, nuevamente, antes de alcanzar a levantar el
dedo para apuntar al que originó los cambios, cuatro dedos me señalan.
Resoplo al verme reflejada en esa misma situación.
Meses atrás, con mucho entusiasmo, echamos a volar ideas sobre el
tiempo que viviríamos con nuestro hijo durante la Navidad y las vacaciones de
fin de año. Intercambiando ideas, configuramos un programa que incluía un
recorrido por Turquía y paseos en las montañas de Andorra con amigos muy
queridos. El viaje resultaba fascinante y ¡sería el primero con nuestro hijo,
ya un adulto joven!
Pero Dios tiene la manía de ponernos a prueba y observanos cuando
debemos tomar decisiones que requieren de una revisión de prioridades y
valores.
¿Pero no es acaso la promesa a mi hijo una obligación que exige
cumplimiento?, dije a Dios. Fallarle como padres, con un cambio intempestivo, ¿no es un mal
principio para enseñarle el valor de la palabra?
Contando el final, me di cuenta de que lo que aprendí (no hace mucho)
y que Dios insiste como una máxima sobre “amar al prójimo como a ti mismo”,
confirmó ser la regla a aplicar en este, como en muchos otros casos.
Al poner en la balanza, por un lado el amor a un prójimo y su necesidad
de ayuda, y por el otro nuestro viaje familiar, no hubo mucho que pensar.
Nuestro prójimo, su salud y su vida, por mucho, pesaron con toda su realidad, en el platillo, y nos
indicaron lo que debíamos hacer.
Hoy, a mis amados, les toca vivir la misma lección. Parece que es una
lección anticipada hasta que recuerdo que, las mejores enseñanzas y las que
más recordamos, se dan en la niñez. Y que el amor, sin importar nuestra edad, es
un aprendizaje atemporal y siempre necesario.
Mi corazón, turbado hace apenas unos minutos, recobró el descanso y la
paz.
Cierro los ojos y hablo con mi Dios, no para pedirle que cambie la
circunstancia y abra una forma para que los planes resurjan intactos, sino para
darle las gracias por utilizar estas lecciones en esas dos personitas y que lo
haga pronto pues, los frutos de esa capacidad de entender que el amor está por
sobre todo, también serán tempranos.
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