Cuando sus padres nos hicieron el anuncio de su próxima llegada, debo
confesar que un tumulto de emociones me invadió. Ya era abuela pero algo me decía que no sería
igual que la primera vez.
Un temor se apoderó de mí. ¿Podría yo amar a ese pequeño ser con tanta
intensidad como a su hermano? ¿Olvidarían seguir amando a mi nieto cuando
llegara ella? ¿Tendría yo lugar entre mis brazos para cobijarlos a los dos?
El día llegó y su prisa por comenzar a vivir la hizo respirar antes de
tiempo, por lo que líquido entró a sus pulmones. ¡Vaya susto! Entonces no entendí
que esa sería su historia: ¡Ganas de vivir y crecer de prisa!
Cuando vi su pequeño rostro colorado y el abundante cabello oscuro que
coronaba su cabecita redonda, mi corazón pareció crecer y entonces comprendí
que ya la amaba con locura. Empecé a soñar en vestidos y peinados, cuentos de
hadas y música de Flans. Un mundo rosa se abrió en ese instante y ardía en
deseos de iniciar el camino tomando aquella manita pequeña pero firme.
Muy pronto reconocí su temperamento y determinación. Parecía tener una
opinión para todo, incluso cuando aún no articulaba palabra alguna. ¡Había
llegado una bella guerrera a la familia!
Poco tiempo después, me enteré que sus papás la llevarían a vivir a
otra ciudad. Ya no la vería todos los días y me perdería de sus gracias
cotidianas. Mi corazón desfalleció. Mis dos nietos se habían convertido en el
centro de mi alegría y no lograba imaginar pasar un día sin verlos. Con tanta
distancia de por medio, ella no estaría segura del amor de Gramma y, tal vez,
hasta me olvidaría.
Pero un día, al llegar a visitarla, ella me aseguró que había
reservado un lugar para mí en su corazón. Paradita en una barda, al ver que me
acercaba en el auto, brincaba y agitaba las manitas de emoción. Era cierto, ¡ella
sabía que la amaba con toda mi alma!
Luego vinieron los tiempos de cambio y, como muchos hijos de familias
disueltas, ella tuvo que aprender a sobrevivir las crisis, las situaciones
inesperadas y las separaciones. Comencé a comprender la razón de su carácter.
Dios la había preparado para enfrentarlos.
A pesar de todo, mi pequeña conservó su encanto. En medio de las
tempestades, fue convirtiéndose, de una pequeña imperativa, en una niñita
empeñada en ganarse el corazón de los suyos.
Su sonrisa, brillante y coqueta, se ha convertido en la llave para
entrar en la vida de quienes la rodeamos. La feminidad que transpira y la
chispa de su mente la han transformado en un imán con coleta y zapatillas rosas.
Mi nieta es, tal como lo intuí cuando nació, una princesa. No una remilgosa y
hueca, sino una valiente, sabia y toda una guerrera.
Hoy cumple cinco años y sigue sorprendiéndome con las cualidades de su
corazón. Ante la ausencia, me ha puesto un ejemplo de amor y perdón. En medio
de los antagonismos, me ha enseñado el camino de la reconciliación. Con una
sonrisa me muestra el valor de su corazón, pues es capaz de pensar en un futuro
de unión familiar con una simple frase: ¡Todos seremos amigos, Gramma!
Cuando recuerdo aquellos días en que traté de imaginar todo lo que
planeaba enseñarle, veo de lleno mi ingenuidad pues, después de cinco años de
tenerla junto a mí, me doy cuenta que ella ha venido a enseñarme mucho más
de lo que yo soy capaz de enseñarle a ella.
Me ha enseñado a no rendirme y a creer que el amor todo lo puede; me
ha mostrado el poder de una sonrisa y el valor de familia; y, para mi sorpresa,
me ha enseñado a orar sin cesar por aquellos que yo creí perdidos, siempre
comenzando por pedir lo más importante: “Dios, te pido que nos quieras mucho y
que nos cuides. . .”
Mia Isabella, Dios tiene un futuro hermoso para ti y nunca, nunca
dudes del amor de tu Gramma que es apenas un poquito menos que el que Dios
tiene por ti.
¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS Y MIL BENDICIONES, MI PRINCESA!!!
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