¿Qué por qué tardo tanto en comenzar a trabajar? Simple, ¡estoy bailando
zamba!
¿Qué por qué bailo zamba en lunes por la mañana? Porque es inevitable
hacerlo cuando el corazón exige que alguien lo acompañe en su festejo. ¡Es
demasiada felicidad para que la consuma él solo!
Y es que las abuelas, en especial, viven la felicidad de los suyos con
exponencial deleite.
Cuando tu hija empieza a florecer, convirtiéndose en un tronco de piel
suave y firme, de donde cuelgan los bellos frutos de su vida, tus nietos, es
irremediable permitir a tus pies danzar de puro regocijo.
Nosotros, los padres, desde el fondo, como raíces tímidas y fieles,
observamos como ella sigue creciendo hacia las estrellas y sus retoños se
afianzan de sus ramas, siguiéndola en el ímpetu de crecer hasta el cielo.
¿Qué no son más que las buenas notas de mi nieto? ¡No, señor! ¡Es mucho
más que eso! Hoy brotó una flor, llamada éxito, alimentada a fuerza de
constancia y amor. Sus pétalos lucen horas de atención y cuidado, su aroma
encierra el descanso postergado de una madre y rebosa en el color de la
comunión entre madre e hijo.
¿Acaso no es eso motivo para llorar de felicidad?
Así que, no importa que la agenda me reclame y la conciencia quiera
estorbar mi gozo. Aunque es lunes y la oficina espera, Gramma, esta mañana
¡baila zamba!
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