Un vistazo al techo del comedor y la pesadumbre me aplasta el ánimo.
¡Otra vez, la humedad ha arruinado el aplanado y la pintura! Como
burbujas a punto de reventar, el agua acumulada abulta el esmalte que hace
menos de un año aplicaron y es obvio, inminente, que el yeso caerá en cualquier
momento. ¡Cuánto esfuerzo y dinero desperdiciados! ¡Qué poco me duró el gusto
de ver el espacio decorado y perfecto!
Pasada la contrariedad del hallazgo, me propongo a hacer un plan para
la reparación y recuerdo. . .
El origen de la humedad, que quise ignorar, está en la tina de
hidromasaje del baño de la planta alta. Una gota constante que, al verla
diminuta, resolví ignorar. El arreglo quedó pospuesto por considerar que el
daño no pasaría de un pequeño charco que a nadie incomodaría. ¿Cómo iba yo a
imaginar que, al paso de pocos meses, la avería se extendería y se trasminaría
hasta la planta baja? Pero la consecuencia ya es parte de la realidad y me
resigno a lo que viene.
Ahora tendré que lidiar con el polvo que invadirá toda la estancia
cuando, para ventilar y secar la zona, retiren el yeso del aplanado. También me
ha anunciado el plomero que le tomará algunos días romper parte del muro del
baño y será necesario cambiar las tuberías afectadas. ¡Más escombros y
desorden! Tendrá que cortar el flujo del agua por un par de días y el agujero
en el comedor, probablemente, deberá permanecer como parte de la “decoración”
por algunas semanas hasta que haya secado completamente ¡Tiempo! No hay otra
solución más que dejar que el tiempo haga su parte.
El porvenir, reconozco con desgano, no se me antoja y puedo imaginar
todas las incomodidades que están por delante. Las molestias postergadas están
cobrando factura con intereses.
Entonces pienso en las “otras averías” y viene a mi mente la queja que
alguien cercano pronunció hace unos días: “¡Otra vez! Parece que no es posible
vivir en paz más de dos o tres meses”. Los desperfectos en las relaciones
familiares, al igual que la gotera y la humedad en el techo, están exigiendo
atención. También han sido postergadas las reparaciones e irremediablemente,
esta vez, se requiere de romper, cambiar y dejar secar antes de recubrir las
zonas dañadas con yeso, sellador y pintura. No tiene caso pintar y repintar,
aunque lo haga con el esmalte de mejor calidad, si por dentro persiste el daño.
Esa reparación de relaciones, al igual que el techo, es impostergable
y necesaria. Y, a decir verdad, sé que tampoco será placentera.
Me esfuerzo por hacerme a la idea de que tendré que trabajar ambas
cosas y me repito que, en la vida, no todo lo que hacemos es grato. Hay temas que se atienden porque son necesarios.
Así que, ¡manos a la obra! Y que el tiempo haga su parte.
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