lunes, 28 de octubre de 2013

"El lado luminoso"

Abro el clóset y una cascada de recuerdos se mezclan con los aromas de tu vida. La habitación se inunda de tu presencia. Entre los papeles apilados descubro tus ojos atentos y a la caza de la inspiración de sueños y relatos. No hay espacio en mi ser que quede sin vibrar ante la sensación de que estás por cruzar el umbral y arroparme en un abrazo. ¡Cuánto te extraño!
Me siento sobre la cama, miro el muro frente a tu escritorio, estampado de recordatorios y frases que te has inventado para que no se esfumen tus hallazgos de sabiduría. Aspiro hondo y mi corazón se alegra al sentir los recuerdos avivados en la flama del orgullo de ser tu madre.
Pienso en tus amigos, ahora sí, de muchos años. Te has sabido ganar su cariño, su respeto y has sembrado en ellos el deseo de permanencia junto a ti. Traigo a la memoria a tus maestros, muchos de ellos compartiendo esa satisfacción por guiar tus eternos deseos de conocer, aprender y crecer. ¡Cuánto aplaudo tu férreo compromiso!

Recorro con los ojos tu espacio y siento el ondear de la bandera blanca con la que te abres paso por la vida. La paz, la conciliación y el respeto están inscritos en ella. ¡Cuánta gente como tú, amante del prójimo y la armonía, hacen falta en nuestro mundo!
Me levanto y camino hacia la puerta, resistiéndome a dejar esa compañía que me prodigan cada una de tus cosas: Partituras, libros, música y un sinfín de escritos. Entonces, como por asalto, se filtra el viento en la ventana, entretejiéndose en mis rizos, y una sonrisa aflora de mis labios. Es como si tu mano traviesa volviera a alborotarlos y te dispusieras a correr a mi habitación para, simulando un vuelo, echarte de barriga sobre mi cama. ¿Cuándo empezaste con aquella travesura? No lo recuerdo, pero lo mejor está en que no has dejado de desordenarme la melena y te sigues deleitando en desbaratar el cubrecama para tenderte cual gatito y esperar a que rasque tu espalda y acaricie tus cabellos.
Después de tantos días de lluvia y cielo encapotado, al sentirte cerca en mi memoria, me deleito al pensarte y mirar, con ojos quietos y sonrientes, el lado luminoso de la luna.


“Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios”. –Honra en mi hijo tu promesa, Señor.

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