Y
UN BUEN DIA. . .
Entendí que unos centímetros de más en el trasero no me
hacen un Botero; que las piernas delgadas son más ligeras y pueden recorrer
grandes distancias; que la B es una buena talla y que un tatuaje sobre mi piel
tiene más historia que un buen libro de cien hojas.
Y
UN BUEN DIA. . .
Reconocí que más que el mar me gusta el bosque; que prefiero
Coyoacán a los cócteles; que odio el sostén y amo el encaje en el bikini; que
cuando mi corazón se siente enamorado, sólo puedo hablar con poesía; y que mis
mejores momentos los he pasado despeinada.
Y
UN BUEN DIA. . .
Descubrí que mi felicidad no depende de que me digan un “te
quiero”; que siempre es mejor poder decir “te amo”; que la distancia o el
tiempo son conceptos; que prefiero los abrazos que un buen suéter; y que el
único amor realmente imposible es aquel que un día olvidamos.
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Y
UN BUEN DIA. . .
Dejé
de contar mis errores pues supe
que siempre habría alguien más para contarlos; que un día tuve que salirme del
camino para seguir viviendo; que todos –y el que no se engaña –tenemos nuestros
secretos; y que el día que me le escabullí a la vida para haraganear un rato en
el pasado, ese día – ella y yo –nos pusimos a mano.
Y
UN BUEN DIA. . .
Aprendí que puedo volver a tierra firme sin cargarme de
amargura; que soy capaz de enredarme en los deberes sin perder el brío; que sé
caminar en realidades sin que me atrapen sus raíces; y que prefiero ser arena
–no roca – aunque me gusta más ser agua, viento. . . o tal vez fuego.
Y
UN BUEN DIA. . .
Amanecí con la idea de que el seis es un buen número. ¿Que porqué?. . . ¿Y porqué no?
Y
UN BUEN DIA. . .
Me
di cuenta de que no me gusta los
halagos; que me atosigan lo consejos; que nadie jamás entenderá lo que ocurre
entre mis rizos; y que huyo de ser vista como ejemplo pues sólo yo –y sólo yo –sé
quien soy y lo que he sido.
Y
UN BUEN DIA. . .
Descifré que mientras me vestí de esposa, me convertí en
amante, nací como madre y me estrené de abuela, alguien llamado “yo” –en un
rincón de mi existencia –seguía viviendo, esperando con paciencia a ser
resucitado; y que, aunque amara todos los reflejos que nacían de ese "yo", según la
circunstancia, todos ellos dependían de él –mi olvidado yo – para seguir viviendo.
Y
UN BUEN DIA. . .
Cuando
caminaba lejos de las rutas –jalando una profunda bocanada de aire para salvar
mi alma – acepté la realidad de que ya no espero la naipe más alta del
“hubiera” para continuar el juego pues –lo quiera o no, al final del juego –la
vida se sacará el as bajo la manga y así, sin más, ¡me ganará la partida!
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