El día comenzó
hace horas y siento el tamborileo de los dedos de la agenda en mi conciencia.
Los deberes me reclaman y yo. . . ¡yo sólo quiero soñar despierta otro rato!
Y en este
placer de perder el tiempo, en ese divagar de pensamientos, fue que descubrí la
mentira de mi vida: Que aunque me gustan los perros, ¡siempre he querido un
gato! Y que si no lo tuve antes –por las malas opiniones o por la influencia de
terceros– ahora tengo el poder y decidido que es tiempo de vivir reposando
sobre mis propios gustos y verdades.
Fue por eso que
–hace tres días– siguiendo la consigna de “hacer
lo que más me gusta”, invité a una minina a vivir conmigo. Y me niego a
llamarla mi mascota o decir que la he adoptado pues, si así lo hiciera,
retomaría una verdad apuntalándola en la mentira.
Porque –si hay
algo que me gusta de los gatos– es su honestidad de vida. Y al incluir a la
gatita Amore Mío en la mía, recordé
que un gato jamás te pertenece; pero si siente el cariño, el cuidado y el
respeto, él te aceptará pero sin depender de tu buena voluntad o compañía.
La mejor compañía de un escritor. . . ¡Un gato! |
¡Y cómo envidio
la indulgencia con la que Amore Mío
se deleita en su pereza! Ese disfrutar abanicando el rabo, sin prisas, sin
culpas y sin más ganas que fascinarse en la existencia, es motivo de mi
admiración más absoluta.
Sus simples
juegos, la osadía de volar de un mueble a otro, su ronroneo suave junto a mi
oído y la jaspeada mirada de sus ojos, me han recordado una niñez ya muy
lejana –casi perdida– cuando tumbada de espaldas sobre el césped, contemplaba
los algodones amorfos flotando en el azul infinito de los cielos.
Tal vez la
gente hoy hable de la suerte de Amore Mío
por haber sido rescatada, cuando en realidad ha sido ella –con toda certeza
lo sé– la que ha venido en mi rescate, y a recordarme de una libertad que aún me
espera: con la emancipación de mis sueños, la independencia de mis juegos y la
autonomía de mis pasiones.
Eres linda, Amore Mío, y hoy te doy la bienvenida.
Gracias por ser un gato independiente, gracias por la agilidad de tus retozos y
gracias por recordarme que –sin duda– ¡a mi que gustan más los gatos!
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