Cuando hablamos de cosas de poca importancia o sin trascendencia, las
llamamos: “pequeñeces”. Pero, ahora veo, no siempre es así.
Hoy, por ejemplo, mi sentido del tiempo cambió al enterarme de que, a
mi nieto, le extrajeron dos dientes. Sí, ¡Mudó sus primeros dos dientes! Esas
dos pequeñas piececillas, saturadas de calcio, trajeron imágenes vertiginosas
que revolvieron mi mente y atontaron mi conciencia. ¿Acaso no fue apenas hace
un corto tiempo que, en la pantalla de un ultrasonido, vi algo parecido a una
mariposa agitada que se movía y me explicaron que era su diminuto corazón latiendo? ¿Es
posible que hayan pasado tantos días desde que apagó una velita solitaria en su pastel y nos
maravillábamos con sus primeros pasos?
La noticia de que, esta noche, él dejaría una cajita en forma de ratón con los dientes
pequeñitos dentro de ella, esperando amanecer con algún billete para comprarse
un juguete, me hizo caer en la cuenta del yugo inmisericorde del tiempo.
Al igual que la vida me tomó por sorpresa cuando su madre cruzó el
umbral para salir del nido y cuando mi hijo cerró la maleta para ir a vivir al
otro lado del mar, esta noche, otra vez, me ha gritado fuerte y claro que, mi
chiquitín, antes de que alcance a darme cuenta, también crecerá hasta
convertirse en hombre.
Me duele el corazón y mis huesos, en un instante, resienten los años
que me han sostenido. Compasiva, mi alma, intenta hacerme sonreír con los miles de
recuerdos que hemos guardado en ella: Tardes entre juguetes y calcetines llenos
de arena; dibujos colgados en el refrigerador como trofeos y cantos musitados mientras
lo acuné en mis brazos; travesuras escondidas bajo nuestra complicidad y risas,
¡muchas risas! al disfrutar el estrepitoso caer de las fichas de una torre.
Hoy tengo más canas que ayer y una lista, cada vez más larga, de cosas
que he dejado pendientes por ser abuela. Aun así, ni por un segundo, cambiaría
nuestros juegos y vida juntos. Porque, ¿no son esos dientes un recordatorio de
que, muy pronto, Gramma será parte del recuerdo de su infancia y él seguirá
su camino?
"Señor Dios, ¿porqué la vida
tiene tanta prisa? Tú que tienes el poder y tuyo es el tiempo, ¿Por qué no me haces
un regalo, uno muy especial y alargas su infancia?".
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