Dicen que, los verdaderos cambios, surgen desde adentro y creo que es
un acierto. Pero esto no es sólo a través de una introspección que cambia la
esencia de nuestras convicciones. También se dan de forma colectiva cuando, un
elemento del sistema, inicia la sinergia dentro del grupo al que pertenece.
Y, la familia, como todos los sistemas, no es la excepción.
En nuestro caso, el despertar de la conciencia de uno de nuestros
miembros, causó un estado de reflexión y análisis que había quedado adormecido
al vapor de las fórmulas más generalizadas de reacción: argumentos rápidos
descalificando en base a un pasado y aniquilando cualquier futuro; respuestas
desde el temor por un arraigo a lo conocido, incluso siendo malo, y hasta las
bromas populares más grotescas.
Lo curioso fue que, ese motivador al razonamiento y búsqueda de
mejores respuestas, es el más joven de la familia y, probablemente, el que la
sociedad descalificaría con la etiqueta de “inexperto”.
Ahora, movidos por los vientos políticos y la urgencia de una decisión
sobre a quien otorgar un voto que determine nuestro futuro, estamos
aprendiendo, nosotros, -los de la generación que aprendió a callar y agacharse
después de observar con ojos de horror lo que sucedió a nuestros antecesores en
el fatídico ´68 - a revisar con un sentido crítico y responsable las opciones que
se nos presentan.
Ojalá y mi generación, al igual que la de los jóvenes estudiantes, aprendiera
de ellos su responsabilidad y empeño político, de la misma manera en que
nosotros, en el seno familiar, rompimos la inercia de la inmovilidad y
conformismo.
Sí, yo también quiero hablar de las elecciones. . . desde mi óptica, ahora, a los cincuenta.
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