Nueve días y contando pero, ¿qué es lo que realmente cuenta en nuestro
paso por la vida?
Esa pregunta me ha rondado desde que Guillermo se fue e,
inevitablemente, viene a mi memoria la reseña que escuché en su sepelio, la
historia de alguien que vino a despedirlo con abundantes y desesperadas lágrimas.
-Todos lloramos su muerte- dijo ella, al contármelo -pero el llanto de
quien dejó algo pendiente con el que se fue, es uno que no tiene consuelo.
¡Cuánta razón! Las lágrimas de quienes han vivido al día sus
relaciones, tarde o temprano sentirán que las gotas se secarán al calor de los cálidos recuerdos y
memorias de risas, vivencias compartidas y amor demostrado.
Pero, aquellos que dejaron sembrada la cizaña de la discordia, el
pleito, el rencor o el odio, de cara al muro infranqueable que aparece cuando
el otro muere, se quedan atrapados en el remordimiento y la mordaza de la
ausencia que jamás les permitirá pronunciar las únicas palabras que podrían
devolverles la libertad: ¡Perdón! ¡Te amo!
Las palabras de amor, frescas y pronunciadas con frecuencia, son las
que nos regalan la ligereza para vivir la vida al día y estar siempre listos para la
despedida imprevista. Ahora lo entiendo.
-¡Te quiero mucho, papito!- le dijo ella como despedida, la hija que
ahora llora pero que, tarde o temprano, llegará al remanso suave y grato de la
resignación.
Sabía eres, Marcelita, viviendo como tu padre lo hizo: ¡Con el amor al
día!
Las cenizas se van enfriando, pero su recuerdo no. ¡A sonreír!
Nuria, me encanto. Vivir intensamente y disfrutar cada momento de mi vida y no solo demostrar amor a mis seres queridos sino decírselos, es un gran reto. Cada día despertamos y es un milagro de Dios que estemos con vida.
ResponderEliminarSaludos
Jesús.
Coincido contigo, Jesús, cada día es un milagro y una bendición. Saludos.
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