La tecnología y los tiempos parecían estar a nuestro favor. Mis noches
solitarias en la Toscana, lejos de mi esposo e hijo, empataron con las
estancias prolongadas, en la Quinta, de mi amigo Guillermo. Y el creciente uso de las conversaciones
electrónicas, tras un teclado, se convirtieron en el paréntesis para iniciar la
amistad.
Como en un pausado juego de naipes, cada uno y por turnos, fuimos bajando cartas, escribiendo anécdotas y respondiendo a la curiosidad del otro, dibujando
nuestras historias, sin ritmo ni prisa.
Así fue como supe del abuelo Eddy y el mestizaje con la tierra
Oaxaqueña; conocí a la abuela, ejemplo de tenacidad y testarudez; y, con ojos
risueños, leí las más curiosas historias de Lupita, su madre. Fue entonces que
también descubrí el origen de una de las aficiones de Guillermo, coleccionar
máquinas de escribir, y sentí mi corazón hacerse agua al escuchar la
presentación cariñosa, una a una, de sus adorados hijos.
Nuestras charlas ocurrían como todo lo que tenía que ver con mi amigo,
espontáneas y divertidas, tanto que, en esas tardes en las que el cansancio y
la desesperanza se empeñaban en derribarme, buscaba en la pantalla su presencia
y, chateando con él, me nutría de una buena carcajada.
Conocerlo fue una aventura. No encubría sus errores y parecía haberlos
perdonado hace mucho tiempo. Con tono casi infantil, confesaba a un pasado hombre iracundo y rudo que, por más que
hacía por adivinarlo, nunca logré verlo bajo ese tono cálido, jocoso y
cariñoso. – ¿Habrá sido el mismo, alguna
vez? –me pregunté muchas veces.
Semanas iba y semanas venían. Las cosas comunes se acumulaban y la
semilla de la amistad germinaba. Entre confesiones, bromas y memorias, de “conocido”,
la relación fue subiendo los peldaños del escalafón para convertirse en amigo aunque,
¡cosa extraña era no haber jamás estrechado su mano!
Buscando el día y la excusa, decidimos que era tiempo de hacer algo
para conocernos personalmente y entonces hizo me una confidencia que terminó de
convencerme que, aquel hombre, era especial.
En tono serio y un poco tímido, algo raro en él, se presentó a si
mismo de manera oficial oficial pero. . . .¡Esa es otra historia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario