Como alguna vez oí decir, “Cuando
tenía todas las respuestas, me cambiaron las preguntas”, así me ocurrió,
este año.
Tal vez, este recuento, sea lo más difícil de escribir y compartir
porque, ¿a quién le gusta sentirse sin la certidumbre que algunas respuestas
pueden dar? Al menos, las más elementales, siempre sirven de fundamento para
que la vida no parezca la revuelta de un loco torbellino sobre el pajar a cielo
abierto.
Cuando me quedé sin respuestas, entonces comprendí que había cometido
un grave error: Comencé a usarlas para fundamentar mi vida y, que todas ellas,
habían sido mías, sólo mías y por ende, falibles y perenes. ¿Dónde había dejado
las que no cambian ni jamás cambiarán? ¿Qué pasaje de felicidad me extasió
hasta dejarme sin memoria a la Verdad?
En mi mente, y embelesada con las fantasías de un futuro brillante, me
aseguré las respuestas que perpetraran mi estado de anhelo por el amor y la paz
en mi días.
¿Cómo terminaría mis días?, me preguntaban. Y sin dudas, respondía: De
la mano de mí amado y rodeada de hijos, nietos y amigos. No me detuve entonces
a pensar que, ni las relaciones ni los afectos son perpetuos, ni obligados, y
que a la vuelta de cualquier viento, el amor y las presencias amadas podían
hacerse espuma hasta disolverse en la gran ausencia.
¿Qué cosechas si entregas tu vida con amor y sacrificio? La
contestación armada en mi mente, con anacrónica inocencia, sólo imaginaba que segaría
cariño, respeto, amor y compañía. Luego recordé que, el amor ágape, el amor
de la mejor sepa, no siempre recibe con reciprocidad matemática pero que, sin desaliento, igual
sigue amando.
Muchas preguntas, como éstas, vivían en mi mente con la respuesta lista
y firme. Pero este año, tiempo de mi desengaño, me obligó a replantear las
preguntas y contestarlas con la Verdad empuñada en la mano. ¡Cuánto dolor trajo
a mi corazón, reconocer cuan erradamente había dibujado el futuro con mis propias conclusiones!
Hoy por hoy, con respuestas nuevas e inamovibles, mi futuro no tiene más el sendero
marcado y abandero mi caminar con un lábaro nuevo, el del amor y el perdón,
ondeando frescos vientos. Ya no cargo sueños de casas llenas de risas y juegos,
ya no hay velos ni oraciones en altares y no busco engaños que me aseguren que me
seguirán miradas humanas, de amor y bendición.
Ahora, con la libertad frágil de la incertidumbre, voy andando con los
ojos y las manos abiertas para que, de llegar algún regalo, me encuentre lista
para abrazarlo, aunque nada me asegure que no serán efímeras y se volverá
quimeras.
Ya los seis días no alcanzan ni para llamarle “semana”, a la espera
del comienzo, así que, sin apuro y si me quieres acompañar hasta el final. . . yo te seguiré contando.
“Y si tuviera el don
de profecía,
y entendiera todos los misterios
y todo el conocimiento,
y entendiera todos los misterios
y todo el conocimiento,
y si tuviera toda la
fe para trasladar montañas,
pero no tengo amor, nada soy” (1 Corintios 13:2)
pero no tengo amor, nada soy” (1 Corintios 13:2)
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