Los fríos, cuando los huesos son viejos, invitan y, a veces, confinan
al encierro prolongado de nuestros ancianos. En una secreta complicidad, se
guardan al parejo que el sol y sus calores. ¡Mejor la soledad de los muros que
sentir la piel destemplada!
Pero algunos otros, como en el caso de mi mami, se ven empujados para
no quedarse atrás y atascados en el olvido. Obligada por el reto de la
rehabilitación, tiene que dejar las sábanas calientes para entrar a una piscina
y mover, sin la inclemencia de la gravedad, todo el cuerpo.
¿Quejas? ¡Todas! ¿Resistencia? ¡Sin duda! O, al menos, así fue hasta
hoy.
Después de dejar la tibieza de su casa, entre gruñidos y lamentos, con
resignación se zambulló en la pileta, acompañada de otros dos compañeros de
infortunio. Las historias que se cuentan los que comparten un fin común, comenzaron a
escucharse entre los que se aplicaban en los ejercicios bajo el agua y los que
esperábamos junto a la piscina.
La una, tras una caída dentro de una alberca vacía de más de dos
metros de profundidad, habló de las múltiples cirugías, dolores y placas que
pusieron, lo mejor posible, sus huesos en disposición original. ¿El resultado?
Una pierna irremediablemente más corta que le impidió caminar por más de año y
medio.
El otro, con más recato, no tuvo que pronunciar palabras para
compartir su historia. Una pierna, ajena a la tensión del resto del cuerpo,
colgaba sin cooperar para dejarlo andar. Sobre una silla de ruedas dejó el
lugar con un discreto “buenos días”, provocando que las respiraciones se
contuvieran.
-¡Estoy en la gloria! –dijo mi mami, cuando dejamos el lugar. Y,
pensativas, recorrimos las siguientes cuadras. –No debería quejarme –agregó y,
asintiendo, comprendí el origen de su reflexión.
Esta mañana, en una salida obligada hacia la piscina de rehabilitación,
mi madre y yo partimos juntas de casa, pero fue a solas que ella salió de la
burbuja de la auto-compasión que estaba nublando una realidad que, casi por
casualidad, descubrió es digna de una enorme gratitud.
Voy aprendiendo que, aun cuando se es viejo, tenemos siempre una razón
de ser felices y agradecidos.
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