La vejez es, como dirían algunos, “la hora de la verdad”. Nuestro
pasado se hace presente, casi irremediablemente, a través de los aliados y los
delatores que nos recuerdan cada una de nuestras decisiones pasadas.
Los aliados, en honor a su esencia, se esfuerzan por dar la batalla
contra una guerra que, de antemano, saben está perdida. Todo lo que el tiempo
nos va arrebatando, incluyendo la salud, belleza y capacidades, es defendido
por los aliados para preservarlos el mayor tiempo posible. A veces, esos
incansables amigos, son tan simples como una buena alimentación que no lleve la
manecilla de la báscula a los números rojos, siestas, platillos llenos de hojas, frecuentes carcajadas o caminatas que ponen al cuerpo a sudar. Algunas personas los llaman “buenos
hábitos”.
Pero todos, en algún tiempo de nuestra vida, dejamos entrar a los
delatores que irán mostrando su labor, con los estragos que habremos de padecer en ese último tramo del camino. Ellos, con gran memoria y celo, conservarán las
evidencias de cosas como cigarros, alcohol, excesos en la rutina laboral, horas
ausentes en la almohada y. . . ¡Todo lo usarán para mostrar y hacernos pagar por nuestras
resoluciones del pasado!
Hago un arqueo y puedo espiar a los aliados y delatores. Puedo
vislumbrar mi futuro y, un poco adivinar, lo que ellos me deparan.
¡Es inevitable! Para cuando yo sea una anciana, ellos me estarán
esperando para definir como viviré, cada momento, en cada uno de mis días en la
vejez. O, ¿será que aún estoy a tiempo de echar algunos delatores fuera?
Conteniendo el aire, siempre, siempre pisando fuerte hasta llegar al ignoto final de la vejez. Quiera Dios que no me vea llegar a ese final para no sentirme tan frágil como lo haces ver y, en su lugar, ocupe una tumba en la que puedan reposar mis restos ya marchitos por los años.
ResponderEliminarLa vida es un camino que vivir y todo lo demás es vanidad.
Un aprendizaje que me está tocando vivir, primo. Aunque quisiera pintar una realidad distinta, lo que me han mostrado estas primeras lecciones junto a mis viejos, es así. . . como toda vejez.
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