Por más de cincuenta años, el día primero de octubre, el teléfono sonó
y la voz de Elenita se escuchó con un “¡Feliz cumpleaños, Gordo!”. Podía ocurrir
cualquier cosa ese día pero, la llamada, sin falta, llegó. Pero hoy, en el
teléfono, no se escuchará la alegre risa de la mejor amiga de mi suegra pues,
este año, ella partió dejándonos sólo su recuerdo.
Esas ausencias nos abren los ojos al futuro y a la conciencia. Nosotros,
la generación siguiente, nos encaminamos a un lugar en donde nos convertiremos
en la referencia del pasado y algún tipo de modelo para el futuro. Y, a nuestra
generación, le está llegando su hora.
Cuando esas llamadas infalibles, como las de Elenita, comienzan a
desaparecer, nuestro llamado se cerca. Entonces es momento de preguntarnos, ¿Qué
tipo de ejemplo y testimonio seremos?
Elenita dejó uno de optimismo y alegría, compromiso y cariño. Sin duda
un buen modelo.
Ahora, justo hoy, cuando comprendo el compromiso que pronto reclamará
nuestra presencia, analizo al hombre con el que he compartido mi vida y,
entonces, con la certeza de que es alguien excepcional, me propongo honrar el
día de su cumpleaños.
Cuando la verdadera hombría parece desvanecerse, cuando la paternidad
responsable se ha convertido en opcional, cuando el matrimonio es declarado
anacrónico y las parejas rehúsan darle valor al compromiso firmado, cuando el
sentido del deber como proveedor parece haberse erradicado del género masculino,
cuando la lealtad en las relaciones se ha vuelto obsoleta y, cuando la fe en Dios es considerada debilidad
en el varón, las cualidades de mi hombre, se levantan y brillan con mucha más
fuerza aún.
Hoy, el hombre que escuchó de mí “Sí, acepto. . . hasta que la muerte
nos separe”, celebra un cumpleaños más y, aunque ya ha festejado 56 ocasiones
antes, conforme pasan los años, su vida cada vez es más digna de festejar pues
se consolida como un modelo de hombría, lamentablemente, en vías de extinción.
Dicta una ley de la economía: el valor de las cosas es mayor cuando el
bien es escaso. Y, por esa razón, mi amado cumpleañero, cada día, se va
convirtiendo en una persona más y más valiosa.
¡Muchas felicidades, Gordito! Que Dios siga forjando al gran hombre de
fe y fortaleza en que te has ido convirtiendo. ¡Un verdadero varón! ¡Gracias a
Dios por tu vida, tu ejemplo y tu testimonio de fe!
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