domingo, 7 de octubre de 2012

"Valiente"


¿A quiénes podemos llamar valientes? ¿Quién es realmente valiente?
Dirán alguno que son aquellos que se atreven, por arrojo, a lo que otros no están dispuestos a hacer. Pero, ¿Qué diferencia hay con una persona temeraria?
La esencia de la temeridad, según el diccionario, es la imprudencia. Es un arrojo que no piensa en las consecuencias y que lo hace sin fundamento.
El valiente, según esto, debe iniciar su acción reconociendo los hechos que la lógica le dice que le sobrevendrán. ¿Acaso no, la prudencia, debería desalentar a la persona a no intentar lo que tiene pocas posibilidades de llegar a un buen final?
Entonces entiendo que, el verdadero valiente, es aquel que entra con osadía a las situaciones difíciles y hasta a las causas perdidas. Su valor lo hace fuerte pero no insensible.
Mi admiración nace de esa combinación. El valor para intentarlo, incluso, cuando sus experiencias anteriores le recuerdan de pocas posibilidades de éxito. La sensibilidad porque, en muchos casos, lo hacen por otros y una remota esperanza de bienestar para ellos. Y la fe que, según yo, es la única que puede sostenerlos para iniciar las empresas casi imposibles.
Fijándome un poco, descubro que caminan a mi alrededor personas muy valientes.
Esa esposa que, tras 30 años de ir cuesta arriba, se lanza a la lucha para salvar su matrimonio. El muchacho que, teniendo fresco el recuerdo de dolor y pérdida, se compromete a cuidar de una camada de gatitos enfermos. El hombre al que, los números y las realidades, le gritan que no saldrá avante con su empresa. La mujer que, tras el fracaso de una relación, decide ir tras la felicidad y arriesgar su corazón de nuevo. Y todos, aunque son a veces asaltados por el miedo, se sobreponen echando mano de la fe y el valor.
Si la valentía es uno de los rasgos importantes en los héroes, me doy cuenta de que, yo, estoy rodeada de muchos de ellos.

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