viernes, 4 de diciembre de 2015

"Cohabitar"

Hay quienes aseguran que –para cuando hemos vivido más de medio siglo–, ya tenemos una idea clara y precisa de hacia donde queremos ir en la vida. Pero, sin afán de polemizar o contradecir, me atrevo a decir que no es así. Si acaso, cuando hemos adquirido algo de madurez y experiencia, lo que hemos aprendido es a sortear los eventos que nos salen al paso, con herramientas más acertadas y hemos desarrollado un grado mayor de resiliencia.
Si realmente pudiéramos imponer nuestra voluntad sobre todo aquello que sale de nuestro control, entonces sí que podríamos asegurar que al final del camino terminaríamos justo en la meta marcada. Pero, ¡nada más falso que el control! ¿Será que esa falsa idea puede ser la que origina tanta infelicidad en la vida?
A estas alturas del camino, mi vida me sugiere más la idea de ser un cometa que –a ratos– parece tener una órbita definida y que avanza sobre una rutina predescible. Pero –las más de las veces– siento que mi ruta cambia de dirección cuando –como enormes planetas jupiterianos– las circunstancias me atraen obligándome a cohabitar un tiempo junto a ellas. Es tan grande su influencia que hasta parece que amenazan con absorbernos y dejarnos atrapados en ellas. Es ahí donde pienso que sólo podemos sobrevivir a esa cohabitación si somos capaces de mantenernos a suficiente distancia, resistimos, y logramos salir de la órbita de la circunstancia en el momento necesario para continuar el viaje.

Pero, ¿hacia donde nos dirigimos cuando hemos pasado de una órbita a otra? ¿Realmente podemos redireccionar nuestra vida con la facilidad con la que aseguran muchos? ¿Cuánto nos ha cambiado el cohabitar al paso con situaciones difíciles o con gente que gana influencia sobre nosotros? ¿Realmente somos capaces de retomar la ruta y el ritmo cuando las energías han mermado por el esfuerzo de sobrevivir al reto de no ser absorbido por las circunstancias?

Creo que –aún en los cincuentas– tenemos que vivir todavía un sinfín de replanteamientos y reinventarnos nuevos mapas de viaje. Y si alguien aún guarda la fantasía de que puede controlar su futuro y que puede conservar su destino final intacto, tal vez esté en lo cierto: porque seguro. . . todos vamos a morir.

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