¿Y estás
muy enamorada? –me preguntó la chica mientras me hacía el manicure. No pude responder y la
pregunta, desde ese momento, me rondó y atormentó hasta el día de mi boda.
¿Realmente
estaba enamorada o simplemente convencida por el número de cualidades que, en
mi lista de evaluación para dar el “si”, rebasaba los puntos negativos de mi
prometido? –Sólo quien, como yo, ha cometido un error muy grande, ha aprendido
que las decisiones ya no debe tomarlas el corazón sino el entendimiento.
La incertidumbre me atormentó hasta el punto de dudar si llegar o no a nuestra boda, hoy, hace 28 años.
Para mi
bendición, las cualidades y mis sentimientos por él ganaron. A la hora
convenida, llegué y acepté ser su esposa ante la sociedad.
El
inicio, para todos, fue complicado. La vida de familia que intentábamos
organizar nació con situaciones muy ajenas para un hombre soltero. Vivíamos sorteando esos contratiempos hasta que, una madrugada, en la inconciencia del sueño,
descubrí con un intenso dolor en el corazón que lo amaba más allá de lo que podía
reconocer.
Entre
lágrimas, lo abracé con tal fuerza que lo desperté y, por primera vez, le confesé el sentimiento que apenas
descubría.
Así nació
nuestra historia de amor. Con un camino lleno de obstáculos, un montón de
miedos y con dudas que casi lo abortan antes de nacer.
Pero
muchas cosas surgieron en ese camino escabroso y, hoy, por Gracia de Dios,
podemos tomarnos de las manos para sostenernos cuando la tormenta arrecia, para
levantarnos cuando el cansancio nos derriba, para jugar y correr por la vida
sin perder el ritmo, y para recordarnos que "hasta que la muerte nos separe" seguiremos juntos. . . un día a la vez.
¡Feliz
aniversario, amor!
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