viernes, 6 de septiembre de 2013

"Enferma"

Bajar el pie para habitar en el mundo que me ha tocado vivir, hoy, se convirtió en el gran reto. 
Mi cuerpo, sintonizado a mi alma, se reveló clamando por permanecer en el mundo del sueño para refugiarse de la realidad.
Me siento enferma, del cuerpo, del corazón y del alma.
La náusea sube a mi garganta cuando observo la destrucción entre los seres humanos que, no hace mucho tiempo, se hablaban de amor entre caricias. ¿Cómo soportar verlos ahora, atacándose con saña y famélicos de venganza?

Con saltos sin ritmo, mi corazón se conmociona cuando mira el daño de otros corazones. Corazones de niños que son usados como arma y carnada en la batalla entre sus padres. Como indefensos rehenes, degradados cual mercancías, viven para que ellos logren sus egoístas y ambiciosos deseos. Dinero y bienestar son la bandera con la que los adultos se justifican, y olvidan que sus hijos son un regalo precioso que deberían cuidar por sobre todo bien.
Esos amores impetuosos e irreflexivos, que dan luz a hijos indefensos, quebrantan mi fe en la humanidad. Sus promesas y sueños impregnados de autocomplacencia son tan efímeros y ruidosos como el correr de agua en un riachuelo. Pasan, se olvidan y cuando llega el sol de las pruebas, se seca sin dejar huella.
Por más que me esfuerzo, la espalda se me encorva y miro al suelo. Mejor mirar a un piso plano que a la naturaleza humana con su más miserable faz.
Sólo mi espíritu se aferra a una última esperanza. Esos niños de corazones maltrechos por el veneno vertido por sus padres, encaprichados en ganar su guerra, algún día, crecerán y no vivirán más en la prisión de la mentira de las malversadas razones. Al paso del tiempo, se convertirán en buscadores de su propia verdad y abrirán la oportunidad de restaurar su alma, la relación perdida y rescatarán su derecho a un presente más sincero.
Cuando pienso en que los niños son el deleite de Dios, sus hijos favoritos, toda yo ardo en la necesidad de la única justicia que reconozco perfecta y me prometo esperar con paciencia a que Él, que todo lo ve y todo lo sabe, muestre Su Justicia a favor de los niños indefensos.
Hoy levanto la voz por los que no la tienen. Hablo a cuenta de los niños que son maltratados por sus propios padres cuándo éstos inician una guerra, el uno contra el otro, usando a los pequeños indefensos. Denuncio los labios que vierten rencor y odio en el corazón de sus hijos. Y señalo su conducta como infamia y egoísmo.


“Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino atada al cuello, que servir de tropiezo a uno solo de estos pequeños” –dijo el Maestro. Lucas 17:2

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