Después de pasar 27
días en el limbo de la tristeza y la desesperanza, la sentencia de mi pequeño
nieto, me empujó hacia el futuro con otra actitud.
“Tienes mucha suerte, Gramma, ¡vas a tener una nueva casa!”.
Sin haber encontrado el
momento ideal, (¿acaso hay un “momento ideal” para dar una mala noticia?),
finalmente opté por anunciarles a mis nietos que estábamos a punto de recorrer
una casa, esto, a manera de preámbulo para revelarles que, “La Toscana”,
dejaría de ser el lugar de nuestros juegos y refugio secreto de complicidades.
Contra mi expectativa,
mi pequeñito de 6 años, me mostró una perspectiva que incluía la novedad, la
oportunidad y, sobre todo, lo importante: que el lugar justifica su valor
porque seguiríamos estando los tres, como tres mosqueteros, mi nieto, mi nieta
y yo.
Lágrimas y ternura
rebasaron los muros de mi control. ¡Quién pudiera tener el optimismo y la sabiduría
de un niño! ¿Será por eso que Jesús nos advirtió que debíamos ser como niños y
que de ellos es el reino de los cielos?
Falsa sería si negara
el dolor que aún me causa pensar en dejar este lugar pero, también confieso, mi
apertura para encontrar un nuevo paraíso surgió de las palabras de mi nieto porque.
. .Sí, tengo mucha suerte porque voy a tener una casa nueva y a ellos para
disfrutarla.
Ya he rebasado los cincuentas y, a cada paso, me doy cuenta de lo mucho que aún tengo que aprender. . . de los niños.
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