Todo cuanto ha quedado escrito, siempre, ha tenido un borrador, un primer intento para depurar ideas y palabras antes de compartirlas. Y, a diferencia de todos mis mensajes, el de hoy, ha salido directo del corazón.
Cuando las ideas son tan claras, las cortapisas y pausas están de más. Los sentimientos y pensamientos fluyen con tal nitidez que merecen ser expuestos sin contratiempos y, este es uno de esos.
Hoy, no es un día especial ni se conmemora algún aniversario. Simplemente, al despertar, una idea y una nostalgia se apoderaron de mi voluntad para arrastrarme al pasado. Tenían urgencia de que recordáramos juntas el tiempo, así, sin discernir entre los momentos buenos y los difíciles. ¿Qué era tan importante como para detenerme a hurgar en la memoria?
Una canción y la respuesta afloró, extraño, a manera de pregunta: ¿Volverías a elegir ser su madre? Y, sin la menor duda, mi contestación saltó sin esperar: ¡SI Y MIL VECES SI!
Y es que, las historias que se tejen entre los padres y los hijos, por definición, incluyen ternura y desencuentros, lejanía e intimidad, confrontación y alianza, amor e incomprensión pero, jamás, desamor u odio.
He aprendido que, la comisión que Dios otorga a los que nos bendice siendo padres es difícil y a veces reculamos pero, estoy convencida, no hay mayor gozo que ser madre.
Sí, era momento de volver la vista atrás y recordar lo que ha sido tenerla entre mis brazos, acompañarla en sus retos, llorar sus derrotas, enfadarme por mi incapacidad de explicarme, reírme de sus bromas, estremecerme en sus confusiones, caminar a la distancia, siempre atenta para rescatarla y correr para alcanzarla en sus aventuras. . .pero, sobre todas las cosas, amarla, siempre amarla.
Soy su madre, lo sé, pero una que elegiría serlo de ella y de ella solamente.
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