¡No me lo vas a creer!
Tú, que amaste a Querétaro como la
"patria chica" adoptiva que te hacía falta y en la que cultivaste
infinidad de amistades –a las que abriste las puertas de tu casa y les
brindaste un asiento en tu mesa–, hace una semana se vistió de manteles largos
para celebrar una unión especial: ¡la boda de dos amigos!
Y aunque han declarado a "Querétaro" como la palabra
en español fonéticamente más bonita, yo digo que la palabra más hermosa es
"Amistad".
Pero, para no caer en controversias,
en el evento familiar que vivimos el 16 de julio, se fusionaron las dos y de
ahí que sólo pueden ocurrir cosas buenas de esa combinación.
¡Cómo lo hubieras disfrutado, pá!
Aun cuando el lugar lucía maravilloso, con papel picado con la inscripción de "Montse y
Adrián" dando la bienvenida a los invitados, arreglos
de coloridas flores (sí, adivinas bien, hechas con amor por la tía Chayo) e
infinidad de originales detalles preparados por mi hermana Lina, el verdadero toque
mágico en la boda fue. . .¡la naturalidad!
Sí, todo fluía entre las sonrisas
frescas de un par de amigos que habían decidido unir sus vidas en el proyecto
común de convertirse en matrimonio y pilar de una futura familia.
Porque eso son nuestra
"Linita" y mi ahora sobrino (y nieto tuyo) Adrián: una pareja de
"viejos" amigos que se respetan, se apoyan y se aman desde la
libertad que sólo un verdadero amigo puede regalar.
¡Son mi pareja favorita!
Es tan hermoso ver el reflejo de uno
en los ojos de otro, disfrutando el gusto de estar juntos y con con la serena
determinación de paladear la paz alegre de vivir la vida, que no son pocos los
que se deleitan y buscan su compañía. Y creo que, por eso, cada lugar preparado
para los invitados fue ocupado por quienes acudieron sin falta al festejo.
¡Qué bonito es celebrar la vida con
quienes refrendan su decisión de ser felices cada día!
No sé si desde donde estás pudiste
ver a nuestra güerejita –ahora una belleza de
mujer– cuando recorrió la alfombra que se extendió hasta el altar, con el
vestido que era el reflejo de su alma llena de sabia sencillez y la cola que me
recordaba la estela –alegre y sutil– que deja su presencia al pasar por la vida
de la gente. (¡Buen trabajo hizo tu hija Lina, papi!). Y si lo viste a él –Adrián–, vestido lejos de los estereotipos, mostrando la autenticidad de su
naturaleza fresca. ¿Sabes, pá? Sus formas me dieron la certeza de que será un
buen director para el destino de ambos y que será creativo y flexible para
hacer crecer su matrimonio –y no lo dudes–, lo alejará de caminos demasiado
andados (y aburridos) para crear sus propias sendas.
Por primera vez, papi, Querétaro se
convirtió en el escenario que albergó la unión de un miembro de nuestra familia
que –con una sólida amistad como cimiento– tiene por destino el vivir conforme
a la promesa que todos escuchamos: "Hasta que la muerte los separe".
Así que, desde allá, papi, levanta
tu copa y repite conmigo:
¡ARRIBA LOS NOVIOS!
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