Él, haciendo piruetas sobre su agenda, atendió a cada evento
y junta escolar de nuestros hijos.
Él aprendió a despertar a mitad de la noche para llevar al
baño, en brazos, a nuestros hijos somnolientos.
Él desarrolló técnicas para cambiar pañales en los baños
diminutos del avión.
Él renunció a los autos nuevos, la ropa de marca y las lociones
de moda para pagar colegiaturas, pediatras y viajes escolares.
Él enseñó a la familia a reír cuando parecía no haber
motivos.
Él trajo a mi casa la mesura, el sacrificio y el buen humor.
Él, cada mañana, anda de puntitas al salir de la habitación y
vuelve con una taza de café para despertarme.
Él aprendió a colgar la toalla, guardar sus zapatos y recoger
su ropa sucia para ayudarme a sobrevivir mi neurosis por el orden.
Él acunó a cada uno de sus nietos, les ha dado hasta lo que
no tiene y, sin pensarlo un segundo, sé que entregaría su vida por salvar la de
ellos.
Él, venciendo el cansancio, se sienta a conversar con su hijo
y se une a los esfuerzos por resolver aquellas matemáticas que parece le han
abandonado.
Él pospone resolver sus necesidades y antepone el apoyo
amoroso para su hija.
Él cuida de mis padres, a quienes ha adoptado como suyos,
honrándolos y amándolos como un hijo más.
Él ha caminado junto a mí, corrido tras de mí y me ha llevado
en brazos cuando mi ánimo flaquea.
Él cree en un Dios al que ama y obedece, vive su fe sirviendo
entre sonrisas y no duda en compartir a ese Dios que lo sostiene.
Él, hoy, cumple 59 años y no tengo palabras para agradecer a
Dios por ponerlo en mi vida como esposo y padre de mis hijos.
¡DIOS TE BENDIGA, GORDITO¡ Y si tan sólo te bendice la mitad
de lo que tú me has bendecido, ¡VAYA QUE TENDRAS UNA ENORME BENDICION!
¡¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!!!
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