domingo, 28 de septiembre de 2014

"INTUICION"

Hace muchos años, en los meses previos al advenimiento de mi primogénita, el anuncio sobre las maravillas y la satisfacción de la maternidad pronto me convenció. La gente, rememorando su propia experiencia, anticipaba los felices tiempos de la crianza.
Después, cuando se acercaban las tempestades de la adolescencia, voces pronosticaban tormentas y, más de una vez, escuché declaraciones honestas que confesaban su incapacidad para entenderla.  Y, cuando me llegó el turno, también recorrí esa caótica etapa de la vida en mi rol de madre.

Aún así, en medio del vértigo de la primera juventud de mis hijos, una parte en mi interior –que sólo preciso a llamar “intuición”– me susurraba que algo increíble estaría esperándome atrás de las cortinas –a veces borrascosas– del crecimiento de mis hijos. Un tiempo de cosecha donde lo hablado, enseñado e inculcado daría sus primeros frutos.
Treinta años después, compruebo que aquel latido era el preludio de una de las etapas más gratificantes para nosotros como padres. Hoy descubro que es el delicioso tiempo de ver florecer a nuestros hijos: cada uno con su personalidad única, sus propias percepciones y experiencias de la vida, y forjándose un futuro para alcanzar –a base de esfuerzo y dedicación– sus metas.
Hoy ha sido un día memorable e irrepetible en la vida de mi familia. El deleite sencillo de convivir con mis hijos –ya jóvenes adultos– ha sido el más hermoso regalo de Dios y el mejor premio por nuestros empeños como padres.
A pesar de las cúspides y valles que hemos vivido juntos, puedo asegurar que ellos han sido y serán siempre mi más grande bendición.
Hijos míos, son mi orgullo. ¡Amo ser su madre!

Dios los bendice.

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