En una sociedad donde, al paso del tiempo, se ha ido restando valor y degradando
la figura masculina, hoy, abre un paréntesis para honrar a los que, por diseño
divino, deben ser el pilar y fundamento en la formación de nuestros hijos: los
padres.
Pero hoy, yo también quiero sumar escandalosos aplausos a otro género
de padres, que también tienen su origen en aquella primera familia y que son
representados por José.
Quiero reconocer a aquellos hombres que, ignorando la biología y la
genética, acogen con brazos amorosos la especial misión de la paternidad.
Aquellos que siguiendo el llamado del amor, echan sobre sus espaldas cargas de
las que no reclaman y sólo fijan su mirada en la meta de criar a esos pequeños
seres humanos que toman bajo sus cuidados. Son hombres que no compiten ni
comparan ni esperan que alguien más asuma la labor, y ponen su vida al servicio
de los hijos que su corazón reclama como suyos.
Son padres que, habiéndose ganado una tarde en el televisor, lo apagan
y salen de paseo con la familia formada por decisión; que al detenerse frente ante
un aparador para ver los tan necesitados zapatos, se alejan con la convicción
de que, una colegiatura de su hijo, será una mejor inversión.
Mucho mérito hay en los padres que no cejan jamás en cumplir con su
deber de padres pero, cuanto más lo hay en aquellos que, sin haber engendrado
con el cuerpo, dan a luz una paternidad que les nace de la voluntad y del
corazón.
Hoy es día del padre y, de pié, me sumo a los aplausos para honrar a
los padres adoptivos, nuestro ejemplo de amor y entrega. . . más allá del
deber.
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