Hay cosas que no podemos dejar nunca atrás, en el pasado, pues de
tanto andarlas en la memoria, se funden con la realidad del presente. Y mi
esposo, desde que nos conocimos, sabía de lo nuestro y nuestra historia juntos.
Así que, ahora que ha vuelto a mí, él mismo le abrió la puerta para dejarlo
entrar.
Aunque sabe que robará parte del tiempo que antes era sólo nuestro,
parece recordar aquella frase de una canción de trova, “la prefiero compartida. . .”. Por algo han dicho que, el amor, es capaz de
renunciar y ceder con el único fin de abrigar al amado en anhelos cumplidos y felicidad.
Como dentadura de artista, él llegó a casa sonriendo, esperando sentir
mis dedos, mis suspiros. Con su voz, resonando por cada rincón de la casa,
ahora me canta. A veces con dulzura y otras con profunda emoción mientras, mi esposo con
paciencia, observa y nos regala libertad para vivirnos el romance.
Sí, mi amante ha vuelto a casa, con sus teclas alineadas y con olor a
madera añeja. Mi amado, con su regalo de cumpleaños, mi piano, ha dado nueva vida
a esa antigua pasión guardada en mis entrañas: la música.
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