Porque,
tú no sabes, pero es difícil amar a la gente buena, y más a la gente tan buena
como tú, esposo.
Tú
te ríes de la broma que con frecuencia hago diciendo: Si tú y yo nos
divorciáramos, ¡créanme!, mis padres se quedarían contigo. Pero es algo que
yo no dudo, porque, yo en su lugar, también lo haría.
También
juego con mis nuevos amigos pidiéndoles, cuando están por conocerte, que no
dejen de quererme a mí.
Es tan fácil para todos quererte. Así eres tú, alguien que se da a querer con la
misma naturalidad con la que un bebé nos saca una sonrisa.
Y
eso que la gente no sabe de los mil obsequios con los que me pastoreas por la
vida: tu paciencia cuando la mía se consume, tu presencia cuando me mudo a
vivir dentro de mí, tu tolerancia a mis locuras, tu tenacidad al perseguirme
cuando escapo, tu generosidad hacia los que amo y la manera como me cuidas hasta de mí
misma. ¡Vaya!, hasta haces por mí todo lo que yo detesto: cargar gasolina,
hacer las compras y sacar la basura.
Tal
vez, por todo eso que me das, por el cariño constante conque me abrigas y por
los regalos que nadie ve, es que me haces tan difícil quererte, sí, quererte
como realmente mereces, como quisiera amarte para estar a la altura de alguien
como tú.
Pero
es que, aún cuando lo intento, no logro dejar de seré yo, fatalmente yo: con
mis contradicciones, mi necesidad de libertad extrema, mi manía de respirar
aprisa y soñar muy alto, y viviendo siempre enferma de esa infancia átmica que
me infectó desde antes de nacer.
Quisiera
ser mejor para ti, Salvador, lograr amarte todo lo que por méritos te ganas;
madurar y aprender a renunciar al montón de sueños que empujan la tapa de mi
caja negra rebosante y, simplemente, lograr ser esa mujer ideal que no llegó a
tiempo y a la que a veces pienso usurpé el lugar de esposa.
Pero
no puedo, Gordo, ¡tú sabes cuánto lo intento! Y el tiempo pasa y de mis poros
no deja de brotar algo parecido al egoísmo que me sigue modelando y, entonces,
pierdo la esperanza de llegar a ser la mujer que tú quisieras, la amante que tú
necesitas, la esposa que tú mereces.
Por
eso, ya te dije, es difícil amar a la gente buena porque, gente como tú,
siempre merecen más amor del que los demás somos capaces de dar.
Así
que, al amor imperfecto que soy capaz de entregarte, le agrego mi gratitud y mi
reconocimiento.
¿Qué
más te puedo dar?
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