–Nunca dejes de escribir– me dijiste un día. Y tus palabras se convirtieron en combustible para mi pasión por la escritura.
No estoy muy segura de que hayas recordado mi cumpleaños, papi, pues ¿no era mi mami tu apuntadora para todos esos menesteres sociales? Hasta donde recuerdo, ella te mencionaba al hijo que cumplía años ese día y te pasaba la bocina del teléfono para que nos felicitaras. Lo tuyo, simplemente, ¡nunca fueron los detalles!
Pero sí lo fueron las semillas que sembraste en la gente con tus palabras, algunas de aliento y otras de orientación. En mi caso –y te agradezco por eso–, fueron las de confianza, cuando invertiste tu tiempo para leer mis manuscritos y para escribir en tus reflexiones personales: "Bienaventurada sea mi adorada hija, que utiliza el don de la palabra escrita, para consuelo del desesperado y para felicidad de los que leemos –una y mil veces– sus pensamientos de amor hacia nosotros". Con eso, me sembraste la determinación de que "algún día" me dedicaría a convertirme en escritora.
Pues, ¿qué crees, pá? Le llegó el día a "algún día" y voy a dar un paso (uno de los más grandes, anacrónicos y audaces que he dado) hacia el comienzo de ese día.
Confieso que aún siento el estómago como avispero cuando lo pienso y no quiero platicarte todas las barreras que tuve que vencer para dar ESE primer paso. Cosas como participar en un examen de oposición, arriesgarme a descubrir que habría 15 personas mejores que yo y que –de salir victoriosa– tendría que invertir algo más que tiempo. ¡Me forzaría a renunciar a las compañías que amo y arriesgarme a que el futuro me hiciera la partida!
Pero el "algún día" ya parecía impostergable. Las condiciones, todas, estaban dadas y –la más importante– el tiempo me recordó que su paso no era negociable (al morirte, papi, me enseñaste que el tiempo es un recurso limitado y cargado de incertidumbre, por lo que no hay que jugar a "perder el tiempo").
Así pues, "algún día" se convirtió en "muy pronto" y ¡siento el alma como galgo en el arrancadero! La aventura está por arrancar, pá, y no dejo de pensarte. ¡Si tan sólo pudieras dejar de estar muerto, al menos unos minutos, para que yo pudiera contarte todo lo que estoy sintiendo!
Pero, como no puedes volver y a mí no me ha llegado el tiempo de alcanzarte, te lo escribo y además lo comparto. Porque, ¿acaso no debe saber esa parte del mundo –ese que ya ha pasado de los cincuenta y que tal vez no tuvo un padre como tú– que siempre es tiempo de transformar el "algún día" en "una aventura del presente"?
Así que, ¡vamos á por el futuro, pá!
Que hermoso leer esto,seguro llegaste al éxito...transformar el -algun día...en una aventura del presente....
ResponderEliminar