viernes, 13 de mayo de 2016

GRACIAS PAPÁ: ¡Otra vez llorando!

"Mi hija se ha convertido en la madre de dos hijos extraordinarios", escribiste en aquel mensaje hace unas semanas descubierto.Y –aunque yo ya lo sabía–, es hasta esta época que lo voy viviendo. . . ¡entre lágrimas!

Lo que también es cierto es que, hace unos días, volví a extrañarte y otra vez me quedé con las ganas de llamarte para que te alegrarás conmigo. Como verás, sigo viviendo con esa manía de sentir el impulso de llamarte para darte las buenas nuevas cuando éstas llegan a mi casa.

Esta vez, la que nos ha traído nuevos motivos de felicidad y orgullo ha sido mi hija. 

"Nadie sabe lo que pesa, más que aquel que carga el saco", decía mi abuelo. Y ese dicho no podría estar mejor aplicado que ahora pues –en el caso de tu nieta– el camino ha sido largo y su equipaje muy pesado. Los menesteres de una casa, la atención a su esposo y a sus tres hijos, encausar su vida profesional y levantar una empresa; todo esto salpicado de fiestas infantiles, gripas y resfriados, cancelaciones de citas, reuniones familiares, travesuras de tres perros y tareas escolares, se escriben en tres renglones pero ¡cuánto esfuerzo se requiere para mantener el juego de su vida en marcha!

Pues su vida –saturada de pendientes que la jalonean para tener su atención–, también incluyó, durante dos años y cuatro meses, el estudio de una maestría como parte de su proyecto de crecimiento profesional. Y el viernes 6 de mayo, con un breve mensaje, satisfecha nos anunció: "No hay fecha que no llegue, ni plazo que no se cumpla. ¡Se acabó! ¡Se acabó! ¡Se acabó! 10 en la última materia".

Sí, con esas cuantas palabras, ella nos resumió: las noches de desvelo que invirtió en estudiar y preparar proyectos escolares; el cansancio que tuvo que ignorar para levantarse el fin de semana y asistir a clases; el dolor por no acompañar a alguno de sus hijos a fiestas o participar en reuniones familiares; y el pesar de ser la silla vacía junto a su esposo, en el desayuno familiar.

Pero para alcanzar su objetivo, no sólo hubo sacrificio. También hubo entrega y exigencia para lograrlo con excelencia. Su compromiso fue a la altura de sus capacidades y talentos, por lo que no se permitió la mediocridad ni el desgano. Llevó adelante la empresa elegida con el mérito de quién ha puesto la meta muy alta y está dispuesta a pagar el precio para llegar a la cima donde sólo llegan los más brillantes y comprometidos, de los que se atreven a soñar.


Por eso, ese día –y hasta hoy–, mi corazón se alegra tanto que sólo le queda llorar para no estallar de tanto orgullo. Lo que tú dijiste de tu primera nieta, hoy sigue cumpliéndose como una profecía de vida. Ella es ejemplo de tenacidad y fortaleza, es valiente, inteligente y osada; tiene la extraña belleza del ave fénix y, sobre todo, lleva en sus venas la dulzura de un corazón noble y fiel.

Ella es tu nieta, pá, mi hija, orgullo de los dos e inspiración de muchos y, como bien dijiste:
¡Una mujer extraordinaria!

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