Una de tus
frases “célebres” fue: “Voy a hacer las cosas de tal manera para . . . “ y
agregabas algún plan o proyecto al que tenías intención de dar vida. Y uno de
los que más frecuentemente escuché se refería a los viajes que deseabas hacer
con tu esposa –mi mami– aprovechando que vivían en la etapa del “nido vacío” y
sin presiones cotidianas que los ataran.
A pesar de
escucharlo con mucha frecuencia, hoy lamento que la mayoría de tus planes, al
final, se quedaran en suspenso y que ustedes, como matrimonio, no hubieran
disfrutado lo que se ganaron a pulso de compromiso y entrega para con nosotros,
sus hijos.
Aún así, escucharte
pronunciar aquella introducción de planes frustrados no fue en vano pues –ahora
que yo misma vivo en la etapa en la que empezaste a imaginar recorridos por el
mundo–, ésta se ha convertido en una premisa para vivir mi propia vida.
¿La diferencia?
Primero, ¡yo no tengo ni ocho hijos ni 25 nietos para quienes estar como red de
seguridad! Y, segundo, me he empeñado en aprender de las experiencias de otros
y ahorrarme –en lo posible–, los desencuentros y administrar mi vida como si
tuviera una sentencia muerte (lo que es real para todos porque ¿acaso no todos
vamos a morir?).
Es por eso que
he inaugurado –en el segundo lustro de mi andar por los cincuentas– mi época de
“locuras” y “cierre de cuentas”. Y como bien ha dicho mi prima asegurando que “organizo hasta lo espontáneo”, me he
trazado un plan de vida que inicia con agradecer con hechos a quienes me han
dado tanto en vida, combinándolo con el propósito de ver ese mundo que a ti se
te quedó pendiente.
Ahora, para
sorpresa de algunos, esa frase tuya ha pasado a ser parte de mi arsenal y te
prometo, papi, que iré completando los renglones que tú no tuviste tiempo de
llenar.
¡Gracias, papi!
Porque sé que te alegrarías de que me apropie tu frase y la viva a plenitud.
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